-Nos
ponemos en marcha. Vuelvo a sentir la energía del Espectro, y estoy
seguro que él vuelve a seguir el aura de Isabel. Nos vamos –el
demonio bajó la mirada antes de continuar hablando-. Amigos, ese
monstruo, si consigue asesinar a Isabel o a cualquier otra persona
con un alma pura y absorbe su esencia, se transformará en un ser
capaz de traer demasiado dolor al mundo. Juro que detendré a esa
criatura. Y si para conseguirlo debo pagar el precio más alto, sea
cual sea, que así ocurra. No habrá una segunda oportunidad. La vez
que nos encontremos será la definitiva.
-Y
nosotros estamos contigo, Canael –asintió Cosme-. Hasta el fin.
Todos
asintieron en silencio. Fito arrancó.
Desde
direcciones opuestas, dos persecuciones se reanudaron. El Espectro,
en pos de Isabel. Rubén, Cosme, Sheila, Fito, Canael y Poeta, en pos
del Espectro.
Isabel,
en ese momento, entró en el enorme edificio neoclásico que
albergaba el museo de ciencias naturales de la capital. Después de
comer en casa de su tía, le había pedido a su padre que la dejara
sola un par de horas antes de volver a casa.
-No
podía dejar de entrar aquí, Rubén –murmuró mientras trataba de
no llorar-. ¿Recuerdas cuando te propuse que viniéramos juntos
algún día? Ni siquiera sé si te gustaría pasar conmigo una velada
en un museo o te parecería aburrido… nunca lo sabré. Pero tenía
mucha ilusión por hacer tantas cosas contigo… ojalá pudiéramos
haber venido juntos. ¿Estás ahora conmigo, Rubén? ¿Lo estás? ¿Lo
estás?
-¡En
el museo de ciencias naturales! –gritó Rubén.
-¡Joder!
–chilló Fito quien, debido al susto, casi tuvo que pegar un
volantazo-. ¡Ni siquiera tengo sistema nervioso! ¡Y me lo estais
alterando!
-¿Qué
es lo que has dicho, Rubén? –preguntó Canael.
-¡Isabel
está en el museo de ciencias naturales!
-¿Cómo?
¿Cómo lo sabes? –preguntó Sheila.
-No…
no lo sé –respondió Rubén-. Pero está allí. Estoy seguro de
ello.
-Si
tienes razón, ahora podemos tomar ventaja –dijo el demonio-.
Aceleremos.
Continuará