jueves, 10 de marzo de 2016

GdP2: II


-Aquí tenemos dos problemas -decía Cafre mientras guardaba sus distintos enseres en las alforjas del pavo gigante y en su mochila rápida y, aparentemente, sin orden alguno-. El primero, es que vamos a necesitar ayuda para derrotar a esos putos tradicionalistas. Una cosa es enfrentarse a las hordas caóticas, que pueden incluso colapsar sobre sí mismas... otra es luchar contra unos tipos organizados y fanáticos y enamorados del antiguo régimen. Les conozco bien, he dado de hostias a unos cuantos de esos grupúsculos. Se organizan en unidades militares y son unos pesados. Por suerte, tengo varios candidatos a aumentar nuestro grupo.

-¿Y el segundo problema? -pregunté.

Cafre hizo un gesto abriendo los brazos.

-Este jodido universo -respondió-. ¿Cómo crees que podemos viajar hasta una tierra tan relativamente lejana? Vosotros me habéis encontrado gracias a la magia de Carol, pero en este mundo donde en cualquier momento nos arriesgamos a que una bruma caótica cambie carreteras, montañas y llanuras por abismos infinitos u océanos de pelotas de colores... no, necesitamos una brújula. Por suerte para vosotros, tengo la solución. Poco después de la disolución del Comando Caprino, hice equipo con un "interdimensionador".

Miré a Chess y a Rigoberta. Ambas se encogieron de hombros.
-No sé qué es eso -reconocí.
-No me extraña. Hay muy pocos interdimensionadores. Son criaturas capaces de romper las reglas de tiempo y espacio en finas hebras. Y haciendo eso, pueden viajar por esas hebras a otros tiempos, otros lugares, otras dimensiones, otros universos... independientemente de si energías caóticas, mágicas, electromagnéticas, fiscales o psíquicas están presentes o no.
 -¿Es como un teletransportador glorificado? -pregunté confuso.
-Algo así -sonrió Cafre-. Termino de guardar todas mis cosas, me visto y os lo muestro.

Así lo hizo. Se puso una camiseta de color marrón (ignoro si ese era su color o era por la suciedad), una chupa desgastada de cuero negro y se ajustó una bandolera, un cinturón con varias bolsas enganchadas y una funda de pistola. Del bolsillo de la chaqueta sacó una especie de pequeño cubo metálico con un botón rojo en uno de los lados... y lo apretó.

Un olor acre comenzó a percibirse mientras sentíamos nuestros cuerpos cargándose de energía estática. Un ligero zumbido, apenas imperceptible, se fue haciendo más y más fuerte hasta ser molesto al oído. Y tras unos segundos, una figura se materializó de la nada frente a nosotros.

Era un hombre que rondaría los treinta años, moreno, de cara bonachona bien afeitada y unas pequeñas gafas que le daban un aire intelectual. Debía ser algo parecido a un ciborg, pues en su sien derecha tenía implantado una especie de cable que conectaba con una aparatosa hombrera repleta de interruptores y fusibles. Vestía un extraño traje de color negro brillante salpicado con parches metálicos aquí y allá, con unos guantes, botas y cinto que parecían ir a juego con la hombrera.

El recién llegado nos miró extrañado... hasta que posó su mirada en Cafre.

-¡Cafre! ¿Tú otra vez? ¡Me has convocado cuando estaba a punto de presenciar en directo la caída de Troya a manos de los guerreros zulús en el año 2.086! ¿Por qué me has llamado? ¡Sabes que es peligroso colmar la paciencia de Míster Transsssporterr!

En ese momento, reconocí su acento como el de la isla llamada Neo Tenerife del Caos del Niño Jesús.

-Ya, ya, Chencho... sé lo único y maravilloso que eres -replicó Cafre con aire despectivo-. Mira, tío, necesito tu ayuda. Necesito reclutar a varias personas y no puedo permitirme el lujo de que cuando esté a punto de llegar, una llamarada caótica me haga aparecer en el otro extremo del mundo, o algo peor.
-¿Y por qué debería ayudarte? -preguntó Chencho, receloso.
-Me lo debes. Recuerda que yo te ayudé a ti cuando el asunto del deshilachamiento del ganchillo interestelar que provocaste -respondió Cafre.
-Ummm... es cierto... pero siempre que me junto contigo, termino teniendo problemas.
-¡Eso es mentira!
-Paréceme, señor, que sería acertado irnos a retraer a alguna iglesia que, según quedó maltrecho aquel con quien combatisteis, no será mucho que den noticia del caso a la Santa Hermandad, y nos prendan; y a fe que si lo hacen, que primero que salgamos de la cárcel, que nos ha de sudar el hopo.

Chess, Rigoberta y yo nos miramos extrañados.
-¿Perdón?

El tal Chencho no pudo disimular una mueca de ira.
-¡Esto es por culpa de Cafre! -gritó.
-Eso es una exageración... realmente fue que Chencho y yo estábamos luchando codo con codo contra un ejército del Caos y por mala fortuna le alcanzó un disparo que afectó sus chips de coherencia, lo que le provoca cortocircuitos y...
-¡Me disparaste tú!
-En el calor del combate... el fuego amigo... los daños colaterales... ya se sabe...
-¡Ya había terminado la pelea!
-Te debí confundir con un enemigo en la lejanía...
-¡Me disparaste a bocajarro!
-Fue un descuido sin importancia por la tensión del momento... un error imposible de predecir... una nimia equivocación...
-¡Estabas borracho!
-Joder, si nos ponemos quisquillosos, va a parecer que el disparo hubiera podido evitarse...

Chencho tomó aire de manera ostentosa, intentando no estrangular a Cafre.

-Bueno, ¿qué? ¿Nos vas a ayudar?
-Sí, pero será la última vez. Y después de esto, estaremos en paz. ¡Y no te volveré a ver! ¿Entendido?
-¡Por supuesto! -se alegró Cafre-. ¡Ese es el espíritu! ¡Compañeros hasta el final!

Chencho miró con ojos asesinos a Cafre.
-¡Empecemos cuanto antes! -gruñó el "interdimensionador"- ¿Cuál será el primer destino?
-Podríamos hacer una visita a mi hermana y mi cuñado... ¡estoy seguro que ellos se apuntan a un bombardeo! -respondió Cafre aplaudiendo.

Chess, Rigoberta y yo nos miramos sin decir nada.

(próximo episodio: ¡Reunión Familiar!)