miércoles, 13 de noviembre de 2013

Estoy de Vuelta 89

En ese preciso instante, en el museo de ciencias naturales, en una tranquila sección del edificio dedicada a la biología, un entrañable matrimonio de ancianitos observaba una pareja de ardillas disecadas.

-Mira, cariño, mira… parece como si estuvieran vivas y todo…

De repente, un guardia de seguridad apareció corriendo y gritando entre grandes aspavientos, armando un considerable alboroto:

-¡Socorro! ¡Socorro! ¡Los fósiles se mueven!

-¡Fósil lo será la zorra de tu madre, cabrón! –gritó el marido ancianito mientras le dedicaba un corte de mangas al guardia de seguridad. Luego se volvió a su mujer- ¡Qué grosero y maleducado! ¿Qué me estabas diciendo, cariño?

-Amor mío –respondió la esposa ancianita, con un nudo en la garganta-, te decía que estas ardillas disecadas parece que estuvieran vivas y todo…

Y “las dos ardillas disecadas que parecían estar vivas y todo” saltaron encima del rostro de los entrañables ancianitos y les comieron la nariz.

Nota del autor: El autor pasa completamente de describir todas las macabras situaciones que se vivieron en el museo de ciencias naturales a raíz de la maldición de Canael. Si realmente quieren saber la que organizó el esqueleto de brontosaurio, pueden remitirse al capítulo 8º de la novela titulada Guerra de Pavos donde el protagonista conoce a su futura suegra.

Postdata: El museo antropológico se encontraba también dentro del radio de acción de la maldición del demonio arrepentido Canael.

-Efectivamente. Están en el museo –informó Harry anonadado. 

Los Cazadores e Investigadores de lo Paranormal y lo Oculto Taumatúrgicamente Eficientes acababan de aparcar su furgoneta al lado del museo de ciencias naturales. La gente huía aterrorizada del recinto, algunos de ellos con ardillas disecadas prendidas de sus ropas o perseguidos por algún esqueleto de lince ibérico.

La cola del esqueleto de un brontosaurio se asomó al exterior desde una ventana, rompiendo el cristal.

-¡Moveos! –gritó Jingjing, saliendo de la furgoneta, desenvainando sus katanas y corriendo hacia la entrada-. ¡Es la oportunidad de nuestras vidas!

Harry, algo reluctante, echó a correr detrás de ella. El pater le siguió santiguándose a la carrera. Manolo y Sebas se miraron asombrados.

-¡Qué pasada! –gritó Sebas.

Y ambos echaron a correr también.

Los cazadores entraron en el caos. Un pez sierra disecado se agitaba convulsamente en la pared a la que estaba fijado. La calavera de un tiranosaurio botaba persiguiendo un fósil de ammonites que rodaba girando sobre sí mismo. Un vigilante de seguridad intentaba desembarazarse de un lobo marsupial que le tenía agarrado de los pantalones. Un guía del museo escapaba aterrado de una cohorte de buitres disecados que querían picotearle la lengua.

-¡Avanzad! –gritó Jingjing.

E hizo girar sus katanas.

Rubén, aterrado, había logrado arrastrar a Isabel hasta un rincón de la sala, fuera del alcance del Espectro, aprovechando que la atención de su enemigo estaba centrada en Canael. Pero no sabía qué más podría hacer.

Tras un intenso forcejeo, el Espectro lanzó por los aires al demonio, el cual se estrelló dolorosamente contra una vitrina de minerales. El oscuro ser siseó, comprobando que las garras de Canael habían arañado su impía carne. Mas sólo eran heridas leves.

-“¡Debemos hacer algo!
¡O ese cabrón oscuro
nos estampará contra un muro
y hará de nuestro amigo caldo!

-¡Hasta Poeta está bajo tensión! –protestó Fito interponiéndose entre el Espectro y el caído Canael-. ¡Sus rimas son aún peor de lo acostumbrado!
-¡Fito! –gritó Cosme-. Si eso ha podido con Sheila y Canael, ¡tú no tienes ninguna oportunidad!
-Es cierto –susurró la tenebrosa voz del Espectro-. Nada tengo contra ti. Apártate. Sólo quiero a tu amigo el demonio.
-¡Por encima de mi cadáver! –contestó Fito.
-¡Eres un cadáver! –le recordó Cosme.
-¡Entonces, poco puedo perder! –replicó el esqueleto.

Continuará