martes, 12 de abril de 2016

GdP2: III


-¿Sabes la dirección de mi hermana? -le preguntó Cafre a Chencho.
-Por supuesto, voy a veces de visita -respondió el interdimensionador-. ¿Salimos ya?
-Sí. Transporte para ti, para cuatro personas adicionales y un pavo gigante.

Chencho cerró los ojos y alzó los brazos. Poco a poco, comencé a sentir un cosquilleo.
-¿Qué hace? -preguntó Rigoberta.
-No hay límite a la masa que Chencho puede "interdimensionar". Pero necesita, por decirlo de alguna manera, "sintonizarnos" a su frecuencia. Se ha teorizado que si dispusiera de un año completo, podría desplazar de tiempo y lugar una metrópolis completa. Chencho es mucho Chencho.
-¡Es Míster Transsssporterr para ti! -gritó Chencho.
-Que sí, Chencho, que sí... ¡si sabes que siempre te llamo así en la intimidad!
Chencho masculló algo ininteligible que parecía hacer mención a la abuela de Cafre.

Sentí el aire temblar y calentarse. Una enorme naúsea me asaltó e intensos temblores se adueñaron de mi cuerpo. Un estallido de brillantes colores cegó mis ojos y colapsó mis oídos.

Cuando recuperé mis sentidos, el paisaje había cambiado por completo. Nos encontrábamos ahora en la linde de un siniestro y oscuro bosque de altísimos cedros de hojas color negro y rojo, bajo un cielo púrpura.

Iba a decir algo, pero la naúsea volvió más fuerte y no pude reprimirlo. Comencé a vomitar. Por los ruidos que hacían mis compañeras Chess y Rigoberta, supe que a ellas les pasaba lo mismo.

-Sí -escuché hablar a Cafre-. Las dos o tres primeras veces es bastante desagradable, pero después el cuerpo se acostumbra.
-Exacto -dijo Chencho, mientras nuestros estómagos parecían no vaciarse nunca-. Es un efecto secundario y desagradable al ser interdimensionados. Cafre y yo ya pasamos en su momento por eso.
-Sí -asintió Cafre-. Lo único, que a mí me está dando mucho asco verles vomitar así.
-A mí también -reconoció Chencho-. De hecho, creo que...

No hablaron más. Chencho y Cafre empezaron a vomitar también.

Tras un rato, conseguimos recomponernos todos y nos internamos en el tenebroso bosque. Aunque no ayudó que Cafre comenzara a hacer chistes bastante escatológicos sobre la "maravillosa laguna maloliente" que habíamos creado entre los cinco y que, según él, se convertiría en un punto geográfico de referencia para las generaciones venideras...
Deseando cambiar de tema, pregunté donde estábamos y hacia donde nos dirigíamos.

-Nos encontramos en el bosque maldito que rodea el gran lago Nes -explicó Cafre-. En medio del lago se encuentra un gigantesco islote llamado el Peñasco del Dragón y, en su punto más alto, hay una fortaleza llamada el Reposo del Dragón. Ahí viven mi hermana y mi cuñado, y es allí donde nos dirigimos. La interdimensionalidad de Chencho tiene un margen de error de unos pocos kilómetros, así que nos va a tocar caminar un trecho.

Chess, Rigoberta y yo palidecimos.

-¡Espera un momento! -grité al tiempo que agarraba a Cafre del brazo-. ¡Todo el mundo conoce el Peñasco del Dragón! ¡Nadie que llegue a ese lugar sale vivo! ¡Es imposible que tu hermana y tu cuñado vivan allí!
-¡Oh! ¡No es imposible! -rió Cafre-. Mi cuñado es el dragón, ¿sabes? Lo de que la gente la palma cuando llega al peñasco, es porque mi hermana y mi cuñado son un poco antisociales.
-¿Qué cojones...?
-Mi hermana Vicky se retiró de la vida aventurera y montó una granja de gatos. En cuanto a Fer, mi cuñado... Una explosión caótica hizo que le salieran alas, cola, garras, cuernos, unas cuantas escamas y desde entonces puede escupir fuego a voluntad. Ahora se dedica tranquilamente a programar videojuegos de rol en su fortaleza. Extrañamente, desde que sufrió la transformación que le dejó hecho medio dragón, Vicky lo encuentra aún más atractivo...
-¡Pero eso es bestialismo! -se escandalizó Rigoberta.
-Ay, cómo se nota que casi no habéis salido al mundo -dijo Cafre-. Yo antes era heterosexual puro y duro, pero casi todos los aventureros terminamos volviéndonos pansexuales en este mundo caótico. Pero pansexuales en el amplio espectro, ¿me entiendes?
-No. No te entiendo.
-Es fácil. Primero te fijas sólo en las chicas humanas. Pero a base de vivir aventuras, conoces a sensuales vampiresas muertas vivientes que aún no se han terminado de descomponer, o mujeres que son mitad humanas y mitad animal de feroz atractivo... De ahí a fijarte en animales inteligentes, sólo hay un paso. Y poco a poco vas probando cosas nuevas... monstruos cuyo género no está tan bien definido, seres hermafroditas, constructos o especies que no se ciñen a lo de hombre y mujer, si no que tienen más de siete géneros distintos (lo cual les complica un poco la reproducción)... Una vez mantuve una relación amorosa con una ameba gigante que tenía una personalidad encantadora. Aun la recuerdo con cariño. Cuando llevas tanto tiempo en este mundo tan cambiante... bueno, quieras o no, cambias con él.
-Si quieres mi opinión-intervino Chencho-, yo creo que tú, desde mucho antes, ya llevabas el caos dentro de ti...

Con los ojos abiertos como platos, inconscientemente, me alejé unos pasos de Cafre. Cafre me miró con expresión socarrona.
-Quédate tranquilo, Herji. No voy a fijarme en ti. No me atraes lo más mínimo ni tengo intención de llevarte a la cama. No me pones.
-¿Qué? -pregunté sin entender.
-Pues eso. Que una cosa es que yo sea pansexual de amplio espectro y otra muy distinta que me sienta atraido por todo lo que se mueva o permanezca inmóvil. Y tú, como que no.
-Espera, ¿por qué no? ¿Qué defecto tengo?
-No se trata de defectos, se trata de que no hay feeling, no hay tensión sexual entre nosotros, no me despiertas la libido para nada...
-¿Me estás diciendo que te liaste con una ameba gigante y yo no te atraigo lo más mínimo? -pregunté.
-Exacto. Pero, ¿por qué coño estás dolido? ¿Es que tú quieres algo conmigo?
-¡No! -chillé escandalizado.
-¿Entonces? ¿Qué te pasa?

Me quedé pensando largo rato. La verdad, ni tuve ni tengo respuesta que explique porqué mi orgullo se sintió herido en ese momento.

-¡Ya! -gritó Chencho-. Dejemos las charlas sentimentales metafísicas para después. ¡Hemos llegado al lago Nes!


Continuará...