domingo, 24 de febrero de 2013

Estoy de Vuelta 74


Pasaron quince largos minutos, en los cuales nadie dijo palabra alguna. 

De repente, la puerta del coche se abrió y unos apresurados Poeta y Cosme entraron (quizás fuese más correcto decir “irrumpieron”) dentro del vehículo. Poeta llevaba unos fardos en sus brazos.

-¿Dónde os habíais metido? –preguntó Fito con voz en grito.
-Canael y Sheila pueden hacerse invisibles. Rubén parece normal. ¡Ponte esto, Fito!

Poeta dejó caer los fardos, que no eran sino dos largas gabardinas, dos pantalones, dos sombreros y dos pares de zapatos.

-Uno es para ti, Fito. El otro para Poeta. A mí me escondeis donde podais.
-¿Nadie os ha visto? –preguntó Sheila.
-Bueno, espero que valga la pena –protestó Cosme-. No me gustaría que el ataque al corazón que ha sufrido el segurata haya sido para nada…
-¿Cómo habéis conseguido esto? –se extrañó Canael.
-¡Robándolo! ¿Cómo si no? –respondió Cosme.
-Desde que descubriste tus raíces, ya no eres el mismo –musitó Fito con tristeza.
-¡Cabrón racista! –chilló Cosme.
-¡Calmaos todos! –ordenó Canael-. Pero, ¿cómo has podido robarlo así sin más?
-“No estoy seguro si quiero decirlo.
Ha sido humillante,
ha sido espeluznante,
ha sido de todo menos divertido.”
-Pero, ¿cómo lo habéis hecho? –insistió Canael asombrado.
-¡Preguntando por los lavabos de caballeros! –gritó Cosme-. ¡Vestíos y que no se vuelva a mentar el tema!
-Si no fuera porque no tengo cerebro, ahora mismo me dolería mucho la cabeza… -rezongó Fito.

Nota del autor: La baja calidad de la anterior escena se debe a que el autor tampoco tiene pajolera idea de cómo Cosme y Poeta pudieron conseguir dicha ropa. Más aún, teniendo en cuenta lo difícil que es hoy en día encontrar sombreros en una tienda.


martes, 19 de febrero de 2013

Estoy de Vuelta 73


Pequeñas gotas comenzaron a caer del cielo. Fito rondaba los barrios periféricos de la capital, siguiendo las indicaciones de Canael.

-Aparca el vehículo, Fito –pidió por fin el demonio-. Hemos llegado. El Espectro está ahí dentro.

Y Canael señaló una gran construcción metálica cubierta por varias cúpulas, rodeada de un extenso aparcamiento repleto de coches.

-¿Qué es eso? –preguntó Cosme.
-La Estación Sur –respondió Rubén-. Es uno de los transbordos de tren y metro más importantes de la capital. Por el otro lado hay también una estación de autobuses. Dentro tiene hasta un centro comercial, con cine y todo.
-¿Y el Espectro se ha metido ahí? –se extrañó Cosme-. ¿Por qué?
-Quizás la novia de Rubén esté por la zona –pensó Sheila, preocupada.
-Quizás –susurró Canael.
-Vale –dijo Fito una vez encontró un sitio donde aparcar el vehículo-. ¿Cómo lo vamos a hacer para meternos ahí dentro sin llamar la atención? Aún no es ni la hora de comer, pero eso está repleto de gente.
-Canael y yo podemos… -empezó a decir Sheila.
-Sí, ya lo sé –interrumpió Cosme-. Podeis haceros invisibles y tal y cual. Pero no vais a entrar solos ahí dentro. Tengo una corazonada, no debeis alejaros.
-¿Prefieres que entremos a las bravas? –se extrañó Fito-. ¡Nosotros no podemos hacernos invisibles, y muy guapos no es que seamos!
-¡Oh, cállate ya, cabeza hueca! –protestó la calavera.
-¿La tuya cómo es? –se burló Fito- ¿Rellena de paté?
-Iremos Poeta y yo –dijo Cosme con un bufido-. Tengo una idea.
-¿Qué ireis Poeta y tú? –preguntó Canael confundido-. ¿Dónde?
-Esperadnos aquí –terminó Cosme.

La puerta del vehículo se abrió. Cosme bajó con actitud resuelta y Poeta con expresión confundida. Ambos se dirigieron hacia el centro comercial, ocultándose entre los coches. Pronto se perdieron de vista.

-¿Qué leches piensa hacer? –gritó Fito.

No hubo respuesta dentro del vehículo.

Continuará

viernes, 15 de febrero de 2013

Estoy de Vuelta 72


Los Cazadores Investigadores de lo Paranormal y lo Oculto Taumatúrgicamente Eficientes seguían sin suerte. Sebas había conseguido el teléfono de Isabel, sólo para llamar y descubrir que la muchacha estaba en casa de su tía.

-¿No tenemos la dirección de su tía? –preguntó Harry.
-Su madre, por otro lado lógicamente, no ha querido facilitárnosla –contestó Jingjing.
-De todos modos, ¿realmente crees que el novio muerto de esa chica va a ir a visitarla? –rió el inglés.
-Yo ya no sé ni lo que creo…

El teléfono móvil de Jingjing sonó ruidosamente.

-Creía que tenía agotada la batería –se extrañó la joven mientras lo cogía.

Llamada oculta. Jingjing descolgó.
-¿Sí?
-Encontrarás lo que buscas en la Estación Sur –murmuró una tenebrosa voz de mujer.

Y se cortó la llamada.
-¿Quién era? –preguntó Harry.

Jingjing no contestó.

El Espectro sollozaba de dolor. Jamás había sentido nada así, ni en su vida ni en su muerte. Algo había arrancado un trozo de su ser y toda su espalda ardía en la negrura. El Espectro comenzó a golpear su cabeza contra las paredes del alcantarillado en un intento de quedar inconsciente, de morirse, de apagar el terrible dolor que sentía.

No lo consiguió.

Al cabo de un tiempo (¿horas o minutos? El Espectro no podía saberlo), el dolor fue remitiendo poco poco. Y aunque cuando se movía un horroroso latigazo destrozaba como fuego todo su cuerpo, a veces haciéndole caer de rodillas entre sollozos, continuó moviéndose. Entre los gemidos de dolor, sólo una palabra podía entenderse:

-¡Isabel!

Continuará

jueves, 14 de febrero de 2013

Estoy de Vuelta 71


Lij revisó sus fuerzas. Antiguas sectas la habían adorado hacía mucho tiempo. Alquimistas sin escrúpulos habían pactado con ella. Y aún conservaba esa energía maligna en su interior. La diablilla estaba segura de que podría igualar en poder al demonio mayor durante un breve, un pequeño lapso de tiempo. Quizás tan sólo durante unas pocas horas. Pero tampoco necesitaba más. ¿Y cuándo la diablilla agotara esa pequeña reserva de poder? Bueno, seguramente le tocaría esconderse durante toda la eternidad del demonio mayor, ¡pero eso ya lo llevaba haciendo durante siglos!

Así que sus ojos se tornaron del color de la maldad y alzó su brazo.

El Espectro aulló de dolor cuando una flamígera y a la vez oscura garra se hincó en su espalda como hierro al rojo.

La terrible garra de Lij terminó de cerrarse y arrancó un oscuro trozo de la sombría espalda del Espectro, que había caído de bruces al suelo, llorando y gimiendo por el mortal dolor que sentía.

La diablilla sonrió y hechizó al aullante Espectro para que su aura quedara mitigada durante unas horas. Luego modeló el trozo de espalda hasta hacerlo una negra esfera casi perfecta. Después, la diablilla transfirió parte de su maligna energía a la esfera y abrió su garra. La esfera comenzó a levitar con un brillo rojizo y partió rauda hacia una dirección aparentemente al azar.

En ese mismo momento, dentro del coche, Canael se irguió.

-Ha cambiado de dirección –murmuró el demonio-. Por favor, Fito. Gira a la izquierda.

El esqueleto obedeció.

Lij calculó todas las coordenadas, así como la velocidad de todos los participantes en el juego y algunas de las posibles contingencias. Y sonrió con regocijo.

Faltaba tan sólo un agente por introducir en la ecuación.

Continuará

lunes, 11 de febrero de 2013

Estoy de Vuelta 70


La diablilla llamada Lij lamió sus garras para limpiarlas de las vísceras de los pecadores a los que acababa de torturar. Cuando terminó, suspiró aburrida.

-Este tedio realmente sólo puede darse en el infierno –pensó mientras comenzaba a masturbarse distraída.

En ese momento, sintió pavor y se escondió tras un enorme montón de sesos y testículos arrancados. Uno de los demonios mayores se acercaba. Lij le observó y sintió curiosidad. 

Era el mismo demonio que había liberado a un espectro en la tierra. Hacía mucho tiempo que nadie había usado ese truco y el rumor se había extendido por todo el infierno.

La condena de Lij incluía (obviamente, entre otros castigos mucho peores) grandes temporadas de aburrimiento. Su curiosidad hacia cualquier cosa era sólo una manera de intentar encontrar algo divertido que atenuara su pena. Así que cuando le llegó el rumor de que un demonio había usado el casi olvidado truco del espectro, decidió preguntarle a una de las antiguas brujas arpías a las que nada puede ocultárseles y que estaba en deuda con Lij.

Ahora, la diablilla Lij sabía las motivaciones del demonio, sabía sus planes y su temor a que su “mascota” se descontrolara y le traicionara devorando un alma inocente.

Lij suspiró aliviada cuando el gran demonio se alejó, sumido en sus cábalas. Y Lij comenzó a pensar. El relato de la bruja arpía había sido algo entretenido, pero ya se había acabado, y el aburrimiento volvía a amenazarla.

¿O quizás no? Una perversa idea asomó a la mente de Lij. La diablilla odiaba con todas sus fuerzas a los demonios mayores. De hecho, odiaba con todas sus fuerzas absolutamente a todo.

¿Y si se atreviera a…? El atisbo de la idea ya era suficiente como para inundarla de una mezcla de ansia y emoción que rayaba en el terror, pero… si salía bien acabaría con su aburrimiento durante mucho, mucho, mucho tiempo… ¡tan sólo recordar que una simple diablilla había dejado en ridículo a un demonio mayor sería suficiente para pasar largos años sin aburrirse!

¿Y si saliera mal? Bueno, ella sentía horror hacia los demonios mayores… pero ya estaba en el infierno. ¿Qué podrían hacer que fuera peor que eso?

Lo había decidido. Haría fracasar los planes del demonio mayor. Ayudaría al Espectro a devorar un alma pura.

Continuará

jueves, 7 de febrero de 2013

Estoy de Vuelta 69


-Se está moviendo -informó Canael-. Va hacia la capital. Está en el alcantarillado, puedo sentirlo, unido como estoy a Richie, sé donde está… es muy rápido, más que nosotros, pero sé donde está y la dirección que ha tomado.
-Entonces será fácil interceptarle –se alegró Cosme.
-Por favor, acelera -pidió Rubén.
-Estoy pisando a fondo, chaval -contestó Fito-. Sé perfectamente que tenemos que encontrar a tu chica o a ese monstruo lo antes posible. De todos modos, ¿crees que El Espectro podrá llegar a la capital por el alcantarillado?
-Sí –respondió Canael-. Hay comunicaciones subterráneas. Imagino que su intención será llegar hasta algún túnel del metro.
-Rubén, ¿no tienes idea de donde vive su tía? –le preguntó Sheila.
-Creo que su casa queda entre el museo de antropología y el de ciencias naturales. Lo sé, porque una vez Isabel me pidió que fuéramos juntos a ambos museos, ya que quedaban cerca precisamente de la casa de su tía…
-Puf… no es precisar mucho –protestó Cosme.
-Menos es nada -dijo Canael; y tras un silencio, se dirigió a Poeta- Por favor, Poeta. Canta un poco.
-A este muchacho la presión le afecta -susurró Fito a Cosme, mientras Poeta preparaba su lira con un gesto que tenía más de aprensión que de satisfacción porque su arte fuera requerida.

El cielo, poco a poco, comenzaba a cubrirse de nubes plomizas.

        Querida niña,
aprovecho un ratito libre
para escribirte
desde esta gris oficina.
Acá no llegan los rayos de sol
y el poquito de calor
que necesito para seguir adelante
lo saco de tu recuerdo, mi niña.

Alzo la mirada mas no hay estrellas,
sólo multitud de tubos de neón
encerrados por grises barrotes de aluminio,
los cuales intentan cambiar mi percepción del infierno.
Si para mí el hades
es tener tus ojos lejos,
aquí resulta ser un número de menos
en un documento inútil de papel.

Si de mí dependiera,
arrojaría cada una de las carpetas
que cada mañana tengo que abrir
al seco y profundo océano
que en mi alma crea tu ausencia.

Mas cada vez que pienso en tu mirada...
el ordenador se ríe en mi cara
y me llama idiota.
Por si no bastara el no verte,
además he de enfrentarme
a la aplicación informática,
a la rutina diaria,
al quemazón del no tenerte.

Querida niña,
la verdad es que intento ser fuerte.
Si antes creía el cielo
un despistado escote en el metro,
ahora no existe más cielo que tu cuerpo,
tu sonrisa es mi templo,
y no tengo otra canción
que tu voz.
Quisiera poder descansar mi cabeza
sobre tu precioso pecho,
y así dormir hasta el día
que no tuviera que rogar
para verte de nuevo.

Querida niña, te echo de menos.


Continuará

lunes, 4 de febrero de 2013

Estoy de Vuelta 68


Con un maligno gruñido, el Espectro hizo omiso del dolor y la opresión en su ser, sensaciones que perfectamente sabía eran producidas por la lejanía de la noche. Avanzaba lo más rápido que podía, dejando tras de sí una estela oscura y evitando los leves rayos de luz que se filtraban desde la superficie a través de las rejas y las tapas de alcantarilla.

Podía sentirlo. 

Para sus blasfemos sentidos, un alma tan pura era como una hoguera lejana en la noche más oscura. Podía seguirla. Esforzándose, queriendo olvidar la sensación diurna de debilidad, gruñendo de dolor cada vez que un moribundo reflejo de sol le tocaba, el Espectro avanzaba. Lenta y pesadamente, hundiendo su sombría forma en aquel agua pútrida y escudriñando cada sombra, cada húmedo rincón, cada goteo intermitente… el Espectro avanzaba cada vez más rápido.

Continuará