Pasaron
quince largos minutos, en los cuales nadie dijo palabra alguna.
De
repente, la puerta del coche se abrió y unos apresurados Poeta y
Cosme entraron (quizás fuese más correcto decir “irrumpieron”)
dentro del vehículo. Poeta llevaba unos fardos en sus brazos.
-¿Dónde
os habíais metido? –preguntó Fito con voz en grito.
-Canael
y Sheila pueden hacerse invisibles. Rubén parece normal. ¡Ponte
esto, Fito!
Poeta
dejó caer los fardos, que no eran sino dos largas gabardinas, dos
pantalones, dos sombreros y dos pares de zapatos.
-Uno
es para ti, Fito. El otro para Poeta. A mí me escondeis donde
podais.
-¿Nadie
os ha visto? –preguntó Sheila.
-Bueno,
espero que valga la pena –protestó Cosme-. No me gustaría que el
ataque al corazón que ha sufrido el segurata haya sido para nada…
-¿Cómo
habéis conseguido esto? –se extrañó Canael.
-¡Robándolo!
¿Cómo si no? –respondió Cosme.
-Desde
que descubriste tus raíces, ya no eres el mismo –musitó Fito con
tristeza.
-¡Cabrón
racista! –chilló Cosme.
-¡Calmaos
todos! –ordenó Canael-. Pero, ¿cómo has podido robarlo así sin
más?
-“No
estoy seguro si quiero decirlo.
Ha sido humillante,
ha sido espeluznante,
ha sido de todo menos divertido.”
-Pero,
¿cómo lo habéis hecho? –insistió Canael asombrado.
-¡Preguntando
por los lavabos de caballeros! –gritó Cosme-. ¡Vestíos y que no
se vuelva a mentar el tema!
-Si
no fuera porque no tengo cerebro, ahora mismo me dolería mucho la
cabeza… -rezongó Fito.
Nota
del autor: La baja calidad de la anterior escena se debe a que el
autor tampoco tiene pajolera idea de cómo Cosme y Poeta pudieron
conseguir dicha ropa. Más aún, teniendo en cuenta lo difícil que
es hoy en día encontrar sombreros en una tienda.
Uhmm... no sé, tiene pinta de que algún caballero bienintencionado, de esos de levita y sombrero de los que ya no abundan, les condujo amablemente al aseo de caballeros con la esperanza de hacer felices a unos pobres desesperados. Es lo que tiene, es muy fácil aprovecharse de alguien desesperado... lástima que en lugar de eso se aprovecharan de él (y quizá no de la manera que hubiera querido). Lo más complicado es repetir la jugada con otro caballero de levita y sombrero que le gusten los hombres desesperados, estadísticamente ya es un poco más complicado...
ResponderEliminarNo tiene porqué ser más complicado. Sólo tienes que imaginar que el novio del anterior, a quien había contagiado su gusto por la ropa, fuera igual de infiel que el primero. Por lo cual, imitó la maniobra de su amado, sólo para recibir idéntico escarmiento como premio a su descuidada moral (descuidada moral por el hecho de ser infiel, no por el hecho de ser homosexual, debo aclarar... no vayan a venir a acusarme de lo que no soy, que están los tiempos muy turbios!)
ResponderEliminarSi, la gente está muy susceptible. Eso si, Almodovar puede hacer películas de gays y transexuales y no está utilizando estereotipos ni degradando su imagen ni nada.
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