viernes, 3 de junio de 2016

GdP2: IV

Como guerrero y campeón de Nueva Ávila, me he enfrentado durante años a los más duros enemigos. He vencido a cientos de monstruos nacidos en el Caos y derrotado en la arena a decenas de campeones rivales. Sin embargo, reconozco que el paisaje que en ese momento me rodeaba conseguía sobrecogerme.

A mi espalda, la vegetación formaba un muro gris y deprimente de tortuosas ramas entrelazadas. Parecía acecharme, desafiándome a desandar el camino y amenazándome con la muerte si me atrevía a ello. El Bosque Maldito.

Enfrente de mí, una enorme y fría laguna que reflejaba el color plomizo del cielo. Un desapacible viento formaba diminutas olas que agonizaban en la orilla de negros guijarros. No podía ver la otra orilla, cubierta por una neblina que, poco a poco, iba haciéndose más y más densa. El Lago Nes

En el centro del lago, surgiendo de la tenue bruma, se alzaba un tétrico islote hecho de lo que parecían afiladas rocas de un sucio color blanquecino, aproximadamente tres veces más alto que ancho. El Peñasco del Dragón.

Y en la cima, presidiendo la descorazonadora escena, dos fantasmagóricos torreones rodeados de una arcana muralla derruida en varios sectores. El Reposo del Dragón.

Una visión ominosa, minimizada por el hecho de que el único sonido que se escuchaba en el lugar era un coro de lejanos maullidos. La Granja de Gatos.

-Sí, mi hermana Vicky es una fanática de los michos -comentaba Cafre en ese momento.
-Pero no hay manera de llegar al islote -dijo Rigoberta-. Y yo preferiría que Chencho no nos volviera a teletransportar tan pronto...
-¿Qué problema hay? Caminemos hasta el peñasco. La superficie del lago Nes en su zona más profunda no llegará a los tres centímetros.
-¡Me tomas el pelo!
-No, para nada. Como mi cuñado se encarga de matar a todo aquel que se interna por aquí, es algo que no suele saberse.

Efectivamente, así era. Comenzamos a andar y, chapoteando, fuimos acercándonos al Peñasco del Dragón.

-A las doce y cuarto, a unos cincuenta metros, puedo ver un cocodrilo -avisé mientras llevaba mi mano derecha a la empuñadura de mi espada.
-Ni se te ocurra -me dijo Cafre-. Ese es uno de los "gatitos" de Vicky.
-¿Qué?
-Estamos en el territorio de mi hermana y mi cuñado. Son sus reglas, no lo olvides. Si ves halcones, nutrias, terneros, ranas, panteras, golondrinas, lobos, mariposas, peces payaso, elefantes, periquitos, cerdos, boas, pinnípedos diversos, avestruces o varanos... da igual. Cualquier animal que veas aquí, al cuidado de mi hermana, son sus "gatitos". Cuantas menos preguntas hagas, mejor.
-Pero, esa "Granja de Gatos" de la que has hablado que tiene tu hermana... ¿significa que cría todo tipo de animales?
-No. En la granja de gatos cría gatos. Es obvio. El resto son sus "gatitos". De verdad, es mejor no entenderlo.
-¿Y cómo alimenta a tanto animal? ¿Cría "gatitos" para dar de comer a otros "gatitos"?
-Qué va. A los "gatitos carnívoros" los alimenta principalmente con palomas. Las palomas no son gatitos. Y cuando se le terminan las palomas, va a al supermercado de la esquina. Es saliendo del bosque maldito, por el tercer cementerio a la izquierda.
-Tu hermana fue una de las fundadoras del Comando Caprino -recordó Chess-. ¿Qué poder tiene, aparte de cuidar bichos?
-Es una ninja de primera categoría -respondió Cafre-. Tendremos que estar muy atentos para poder verla.
-¿Se camufla hasta el punto de volverse casi invisible? -me maravillé.
-Bueno, eso y que es muy bajita.

Llegamos hasta el Peñasco del Dragón. Un estrecho camino escondido entre las rocas llegaba a un enorme portón de madera maciza excavado en la roca. Cafre lo golpeó enérgicamente al tiempo que gritaba:
-¡Vicky! ¡Fer! ¡Somos Cafre, Chencho y unos amigos! ¡Abrid!

En respuesta a su llamado, el portón se abrió con un desagradable chirrido. Al momento, mi nariz se inundó con una mezcla de olores: almizcle, pienso, estiércol, incienso... Cruzamos el umbral y entramos a un recibidor bastante acogedor, decorado con muebles de época y una extensa librería. Varios gatos retozaban por el lugar. En el centro del salón, una mujer nos esperaba de pie y con expresión divertida. Cafre nos había comentado que su hermana ya había cumplido más de treinta años, pero aparentaba unos cuantos menos. Era una mujer atractiva de cabello rizado y moreno, aproximadamente de metro y medio de altura. Vestía unas ceñidas ropas de color negro; una cinta de cuero cruzaba su pecho y se unía a un ancho cinturón. De ambas prendas asomaban varios shurikens y kunais, una kusarigama, un par de nunchakus, otro par de tonfas, un ninjato y, sujeto a la espalda, un hanbo.

-¡Hola, peque! -saludó Cafre-. Chicos, esta es mi hermana Vicky.
-¿Chencho y Cafre unidos de nuevo? -preguntó Vicky socarrona-. Creí que no viviría lo suficiente como para verlo.
-Oh, sabes que Chencho es un buenazo y me lo perdona todo porque en el fondo me quiere -rió Cafre-. ¿Cierto, Chenchito?
-Aínda que me botes os cans ó rabo, léveme o demo se deixo o nabo...

Los ojos de Chencho, inyectados en sangre, se clavaron con furia en Cafre mientras sufría ese leve cortocircuito en gallego. Cafre, sabiamente, pasó veloz a otro tema.

-Peque, te presento a Herji, Rigoberta y Chess... son el motivo por el cual estamos aquí. Pero, ¿y mi cuñado? ¿Dónde está Fer?
-Arriba -respondió Vicky-. Vamos a su despacho, se alegrará de veros.

Vicky nos guió y ascendimos por unas escaleras en espiral hasta llegar a ese despacho. Era una sala pequeña, donde en un par de mesas se acumulaban libros, ordenadores portátiles, latas de cerveza vacías y hamburguesas a medio comer. Sonaba a todo volumen una música cañera que creí reconocer como "Chaos Metal".

Sentado frente a uno de los ordenadores portátiles, absorto en lo que fuera que mostrara la pantalla, se hallaba un ser único: Un hombre flaco y de aspecto desgarbado, con el cabello corto y oscuro, bigotito más unos pelos desordenados en su barbilla. Vestía únicamente con un pantalón vaquero y unas gafas... podía ser un hombre normal, pero de su frente surgían dos pequeños cuernos en espiral y dos alas verdosas, similares a las de un inmenso murciélago escamoso, decoraban su espalda... espalda que terminaba en una cola parecida a la de un dragón de Komodo. Sus manos eran más garras que manos, y tecleaban furiosas.  
Se trataba de "El Dragón del Lago Nes"... También conocido como Fer, el novio de Vicky y el cuñado de Cafre.
Estaba absorto tecleando mientras murmuraba cosas contra "la ultraderecha", otras cosas a favor de "los auténticos comunistas" y pensamientos tales como "que así a lo tonto, si hablamos de corrupción, habremos batido más de un récord de casos aislados" al tiempo que pequeñas llamaradas escapaban de su boca. En ese momento entendí porqué Cafre había pensado en él para enfrentarse a los invasores de Nueva Ávila... pero yo tenía mis dudas.

Ese extraño y maravilloso ser al que llamaban Fer me daba miedo. Mucho miedo.

-¡Cuñaooooo! -gritó Cafre-. ¡Cuñaete, cuánto tiempo!



Continuará...