miércoles, 5 de marzo de 2014

Pequeño Interludio 3: Otra poesía...

Dicen que es una vía muerta.
Dicen que no tiene destino.
Se pierde en el horizonte,
más allá de donde la vista alcanza.
Y yo pienso "quiero ir hacia allá".

Pero los ojos más lindos que una vez habitaron mi vida
me piden que me quede a su lado.

Yo, tristemente, doy el primer paso.
Yo, tristemente, comienzo a caminar.

Y ahora estoy con el rostro quemado por el sol,
con la piel curtida por el viento,
con los zapatos rotos y el pantalón descosido,
con el polvo del camino cubriendo mi camisa,
con la locura del viajero como única compañía,
con un orbe color rojo nostalgia sobre mí...

En este estado que me encuentro, sabiendo mis precedentes,
tú cometes el error de decir que me quieres.

Cada rincón del mundo se está derrumbando.
Y aún así, parece que no existe más que nosotros dos...
Pero es sólo un momento lo que la realidad tarda
en volver a tomar el control.

Dejo caer la máscara.

Y te hago saber que mi única herencia
es el sudor que dejé impregnado
en las sábanas de tantos moteles baratos;
el recuerdo de malcomer en gasolineras
de tantas carreteras secundarias
que sólo me llevaron a la toma de malas decisiones;
el aliento oliendo a vómito,
la bilis ardiendo y pugnando por salir,
los puños cerrados suplicando algo a lo que golpear,
el grito que no llega a nacer y se convierte en lágrimas,
el temblor de un corazón sangrante...
Mi odio que se convierte en culpa que se convierte en pena
y no termina siendo más que mendicidad.

Pero ella se ríe: "bobo, no mientas, cuéntame la verdad".

Niña estúpida. Sólo te he mostrado la mitad...
Yo soy el amante que no llega,
yo soy el amigo que se aleja,
soy el lamento de la ciudad
en la que se abre paso la maleza,
soy una palabra de más
en una noche de borrachera...
Soy el último momento en la vida del suicida
cuando, demasiado tarde, se da cuenta
de que sí merece la pena vivirla...

¿Y tú dices que quieres amarme?
Abre entonces el catálogo de mi corazón
y elige de qué modo quieres que te haga daño.

Una lágrima cruza por su rostro.
La niña se marcha de mi lado.

Me quedo de nuevo a solas;
parado en medio de las vías muertas
que no llevan a ningún sitio,
cruzando el terreno baldío
de tantos errores cometidos.

Y mientras el sol se pone
en mi abandonada ciudad
pienso que, quizás,
sería hermoso volver a amar...