martes, 30 de septiembre de 2014

Delicada

Te conocí por casualidad.
Como así sucede, quizás,
todo lo importante en la vida.
Te convertiste pronto en amiga;
nuestras circunstancias
eran lo bastante complicadas
como para que ninguno pensara
en dar un paso más allá...

¿Y ahora?
Debería asustarme ante lo que siento.
Sin embargo, has hecho tuyo mi nombre
y yo, en lo único que pienso,
es en no luchar contra el viento
si es que no intenta alejarme de ti.

Podría haber tardado años
y, en cambio,
el corazón parecía tener prisa...
En tan sólo unos días
he besado tus lágrimas tanto
como he besado tu sonrisa.

Si los dos hemos sufrido,
si los dos hemos luchado,
si los dos hemos caído al barro,
si los dos nos hemos levantado...
¿Es mucho pedir hacer lo mismo
estando uno del otro al lado?

He visto amanecer y atardecer
en diferentes océanos.
He conocido cientos de parajes,
he caminado por mil ciudades,
me ha rodeado la belleza salvaje,
la brisa de la noche, el púrpura de la tarde...
Y no me importaría olvidarlo todo
por estar tan sólo un rato más
acariciando tu mejilla y mirándote a los ojos.

Tú no crees en Dios,
yo no creo en la suerte.
Cada noche, antes de dormirme,
sin embargo,
mi suerte da las gracias a tu Dios
por haberte encontrado.

lunes, 29 de septiembre de 2014

La hora del demonio

Desperté en la hora del demonio.

Respectivamente erguido y encorvado,
me contemplaban un ángel y un diablo
en silencio, desde los pies de mi cama.
Y algo, que no era ni lo uno ni lo otro,
acariciaba mi frente en la penumbra.

El diablo señaló mis labios, sonriendo.
Alzó su garra e hizo una muesca
con su uña en mi pecho. Otra más.
Sabe que en el día rondé la felicidad
y me recuerda susurrando el ritual
para que yo sea siempre su amado.

Le sostengo la mirada al diablo,
aparto su garra y niego con la cabeza.
Precisamente por eso, porque la amo,
prefiero que sea feliz y yo estar sin ella
antes que obligarla a estar a mi lado.
El diablo escupe y sisea.
Yo le digo que la conversación ha terminado.

El ángel, mientras tanto, me contempla
y su mirada llega hasta mi corazón.
Sé que el ángel no me aprueba.
No puedo esconder de él mi dolor,
mis pecados, cada uno de mis errores,
mis delitos, mis malas decisiones.
Sé que, si le pregunto, me responderá
si Dios bendice o rechaza mi elección
o, si al menos, se mantendrá neutral.
Pero no quiero saberlo.
No, porque estoy decidido a luchar igual.

Ángel y diablo se desvanecen.

Yo me giro hacia la figura en penumbra
que en la cabecera de mi cama aguarda.
Una estrella con forma de niña
que, en un gesto cariñoso, me abraza.
Yo, entonces, me permito temblar.

La estrella sonríe por un momento.
Sabe todos el caos que he creado.
Sabe que mostrar mi sentimiento
me deja abierto a hacerme daño.
Y sabe que ese mismo dolor
yo también lo he causado.

La estrella no puede ayudarme.
Sólo consolarme y yo,
ahora mismo, no necesito consuelo.
Mientras la estrella
vuelve a subir al cielo,
yo me reafirmo en lo que siento.
Lucharé por ella,
lucharé por la persona que quiero,
porque hace mucho que no sé rendirme.
Y no importa lo que ángeles o diablos piensen.
Es mi modo de vivir la vida
y, para bien o para mal, así será siempre.

sábado, 13 de septiembre de 2014

El mercenario y la hija del mercader

Casi no te conozco.
Pero te vuelves íntima
y me pierdo en tus ojos.

Y me pregunto el porqué.

Anoche, soñé...
Hace demasiados años,
en otra vida, en otro tiempo,
un mercenario (no muy distinto a mí)
recorría los vastos campos
de un continente ensangrentado.

Hace demasiados años,
en otra vida, en otro tiempo,
la hija de un mercader (no muy distinta a ti)
embarcaría en un galeón
hacia una nueva tierra.
Latía fuerte su corazón
ante la nueva experiencia
y, aunque no era aventurera,
sentía en ella la excitación
del largo viaje siguiendo el sol.

El mercenario fue contratado
para proteger la embarcación.
Espada y daga en el costado,
recubierto por una ajada capa,
las botas manchadas de barro
y una rodela colgada a la espalda,
recuerdo del tercio donde luchó
a las órdenes del rey español.

Como era previsible,
fue ver a la hija del mercader
y el mercenario quedó prendado.
Y si en su vida hubiera estado
en algo que no fueran guerras,
el soldado sabría que eso era
a lo que llaman estar enamorado.

Jamás le dijo nada.
Tampoco tuvo ocasión.
Cuando fue abordado el galeón,
por primera vez el mercenario
luchó no para acabar con alguien...
por primera vez peleaba
para proteger a quien le importaba.

Uno tras otro cayeron los corsarios...
Hasta que una bala perdida
alcanzó la cabeza del mercenario
y, sangrando, cayó al océano.
Y, mientras se escapaba su vida,
veía alejarse, a salvo, el gran barco...
con la mirada de la hija del mercader
dirigiéndose hacia el mar, hasta llegar a él.
Y el mercenario pensó
"ojalá algún día
te pueda volver a proteger".

Estúpido soñar sin sentido,
me duele que sus oníricas mentiras
quieran darle algún sentido
a que fuera verte
y, al momento, quererte.
A que fuera verte
y, al momento, desear protegerte.
Y es que...

Casi no te conozco.
Pero te vuelves íntima
y me pierdo en tus ojos.

Y me pregunto el porqué.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Hada Gris

Lluviosa noche en Santiago.
El forastero levanta la mirada.
Podrían ser un signo aciago
esos rayos sobre Tobalaba...
Pero si lo fuesen, ¿qué importa?
Puedo estar calado hasta los huesos,
puede que me guste meterme en líos,
puede que hable mucho y a destiempo,
puede que mi libertino albedrío
me vuelva a jugar una mala pasada.
Todo eso antes me preocupaba.
Ahora, ya no tanto.
No tanto...
No, desde que conocí
en las brumas de esta ciudad
lo que parecía ser un hada gris
que desplegó sus alas ante mí
y me abrazó con ellas.

Preciosa hada gris,
sigo sin explicarme
qué viste en el forastero
para que le ofrecieras
techo, comida y consuelo...

Preciosa hada gris,
¿por qué aún a mi lado?
Si las gracias del forastero
a tus inmerecidos cuidados
fue abrir una grieta en su pecho
para que comprobaras
la oscuridad que había dentro...
Y, a pesar de ello,
junto a un corazón polvoriento
colocaste una perla brillante
que tira de mí hacia delante
aunque mis rodillas quieran doblarse.

Y pese a ser fría la madrugada
en el callejón más solitario
de la más problemática
comuna periférica de Santiago...
al escuchar una melancólica
canción de murga uruguaya,
el forastero encuentra las agallas
para seguir hacia adelante.
Pues mejor que nadie sabe
que el hada gris no le ha olvidado.

Preciosa hada gris,
si le hablara a alguien de ti,
pensaría que me he enamorado.
Pero eso sería simplificar demasiado...
¿verdad?
Pues, el hecho
es que con tu cariño reviviste el alma
del forastero
que vino hasta tu país con nada.

Preciosa hada gris,
por todo ello... gracias.