Casi no te conozco.
Pero te vuelves íntima
y me pierdo en tus ojos.
Y me pregunto el porqué.
Anoche, soñé...
Hace demasiados años,
en otra vida, en otro tiempo,
un mercenario (no muy distinto a mí)
recorría los vastos campos
de un continente ensangrentado.
Hace demasiados años,
en otra vida, en otro tiempo,
la hija de un mercader (no muy distinta a ti)
embarcaría en un galeón
hacia una nueva tierra.
Latía fuerte su corazón
ante la nueva experiencia
y, aunque no era aventurera,
sentía en ella la excitación
del largo viaje siguiendo el sol.
El mercenario fue contratado
para proteger la embarcación.
Espada y daga en el costado,
recubierto por una ajada capa,
las botas manchadas de barro
y una rodela colgada a la espalda,
recuerdo del tercio donde luchó
a las órdenes del rey español.
Como era previsible,
fue ver a la hija del mercader
y el mercenario quedó prendado.
Y si en su vida hubiera estado
en algo que no fueran guerras,
el soldado sabría que eso era
a lo que llaman estar enamorado.
Jamás le dijo nada.
Tampoco tuvo ocasión.
Cuando fue abordado el galeón,
por primera vez el mercenario
luchó no para acabar con alguien...
por primera vez peleaba
para proteger a quien le importaba.
Uno tras otro cayeron los corsarios...
Hasta que una bala perdida
alcanzó la cabeza del mercenario
y, sangrando, cayó al océano.
Y, mientras se escapaba su vida,
veía alejarse, a salvo, el gran barco...
con la mirada de la hija del mercader
dirigiéndose hacia el mar, hasta llegar a él.
Y el mercenario pensó
"ojalá algún día
te pueda volver a proteger".
Estúpido soñar sin sentido,
me duele que sus oníricas mentiras
quieran darle algún sentido
a que fuera verte
y, al momento, quererte.
A que fuera verte
y, al momento, desear protegerte.
Y es que...
Casi no te conozco.
Pero te vuelves íntima
y me pierdo en tus ojos.
Y me pregunto el porqué.
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