Isabel quiso gritar, desterrar de su mente esas alucinaciones. Pero no pudo.
Alguien gritaba su nombre.
Se volvió sólo para ver a Rubén entrando a la carrera, acompañado de lo que parecía un ejército del submundo.
-Mi sueño… -murmuró Isabel.
Y cayó inconsciente al suelo.
-¡Isabel! –gritó Rubén llorando.
El joven llegó a su lado, se arrodilló y abrazó su cuerpo inmóvil.
-Isabel…
Ni siquiera se percató de Canael, lanzándose con furia irracional contra su enemigo.
-Isabel…
El demonio aulló de dolor cuando la oscuridad intentó envolverle.
-Tú o ella –murmuró con regocijo el Espectro-. Realmente, ¿qué más da?
Canael rugió de ira y su cuerpo pareció crecer, intentando escapar de la asfixia en esa oscura perdición. No podía. No era capaz de hacerlo.
Sheila llegó a su lado y abrazó al demonio, intentando separarle de la oscuridad. El tacto helado de Sheila llegó hasta el pecho del demonio. La oscuridad del Espectro no pudo romper la fría coraza que ahora protegía el corazón de Canael.
-¡No quiero perderte! –gritó Sheila, clavando sus ojos en Canael-. Te… ¡te quiero!
Frustrado, impaciente por acabar de una vez con su hambre, los tentáculos oscuros del Espectro se clavaron en el insustancial cuerpo de Sheila. Sus fantasmagóricos ojos, por primera vez, mostraron el dolor. Y Sheila se derrumbó en el suelo, aterida de frío, al borde de la no existencia. Los oscuros tentáculos del Espectro volvieron a alzarse.
-¡No! –los brazos de Canael se alzaron sangrantes, rompiendo la presa del
Espectro-. ¡No le harás daño! ¡No le harás daño a nadie más! ¡Maldito seas! ¡MALDITO SEAS!
-¡Arcángel Doradiel! ¡Arcángel Doradiel! –chilló el querubín.
El Arcángel Doradiel le miró con los ojos inyectados en sangre. Una botella de tequila vacía llegó rodando, como una etílica blasfemia, hasta el querubín.
-¿Arcángel Doradiel? –preguntó el querubín.
-Dime qué coño pasa ahora –respondió en arcángel, con voz quejumbrosa.
-Eh… esto… está… ¿está usted realmente borracho, Arcángel Doradiel?
-Sí.
-Pero…
-¿Qué?
-El demonio arrepentido Canael y el Espectro se están enfrentando en este mismo momento, señor.
-Pues apuesta quinientos pavos por el Espectro.
-¿Cómo?
-Así, da igual quien gane. Nosotros también ganamos.
-Arcángel Doradiel… el demonio arrepentido Canael ha maldecido al Espectro, señor.
-¿Y qué? A mí también me gustaría maldecir a ese hijo de puta, a la puta que lo parió, a sus putos hijos, a su puto perro y a todos sus putos ancestros. ¿Qué pasa con eso?
-Na… nada, señor. Nada, si es usted quien maldice, claro… pero… pero recuerde lo que ocurre cuando un demonio maldice con fuerza…
-Que los muertos se alzan y abandonan sus tumbas. Vamos, como si necesitáramos aún más muertos correteando por ahí –respondió Doradiel con un bufido-. ¿Y qué pasa? ¿Hay algún cementerio cerca?
-No, señor.
-Entonces, ¿qué problema hay?
-Que están luchando en el museo de ciencias naturales.
-No me jodas…
Continuará