Me han echado a hostias de cielo e infierno
(por ser demasiado problemático en el segundo;
por regalar figuritas del indio pícaro en el primero)
y en el purgatorio donde me encuentro
hago inventario de todo lo que aún tengo.
Lo material cabe en una maleta y un petate,
así que prefiero echar un ojo a lo importante...
Puede que en este exilio me falten trozos de mí;
puede que mi mente vaya a cien por hora,
mientras que mi boca marcha a más de mil.
Puede que no siempre haya sido moral o decente,
que salga de mis problemas abusando de la suerte,
y que arriesgue tanto que un día lo lamente...
Así, he ido dando tumbos por la vida,
sin intención alguna más que vivirla
al menos, hasta que te conocí
y comenzamos a compartir.
Y no sé decir cuando me percaté
de que el amor se había disfrazado de amistad.
En mi defensa, ¿qué puedo decir?
Si el trotamundos se cruzó con tu mirar
y jamás había encontrado tanta dulzura,
la existencia ya no parecía tan dura.
Ríes y haces que cobre sentido
cada cicatriz, cada pelea, cada dolor,
cada desesperanza y cada grito
que he atravesado hasta encontrarte.
Tu pie pisó desnudo mi desierto
y conseguiste que de cada cactus maltrecho
brotara una margarita con el sí dibujado
en cada uno de sus pétalos.
Te entrego lo que soy,
a cambio de que estés conmigo un poco más.
Después de todo, busqué tanto la felicidad
y resultó que la perdida se encontraba
en encontrar uno de tus cabellos en mi almohada,
en tener el sabor de tu piel en mi boca,
en compartir contigo lecho, luna, sábana y ropa...
Intentaré que no deje de girar el molinillo,
y cada vuelta haga más bellos los colores del remolino;
que cada barco creado por tus preciosos dedos
lleguen sanos y salvos hasta el puerto de mi pecho;
que sean eternos en la memoria nuestros momentos.
Nada es más urgente que decirte
cada mañana y cada noche,
sea susurrado o enviado,
sea el día alegre o fome
que, pequeña mía, te amo.
Amor, palabra tan manida
que parece haber perdido el significado...
y, sin embargo, haces que mis tristezas
sean cada vez más y más pequeñas
por el simple hecho de estar a mi lado.