El extraño ser (50% hombre, 50% dragón, 100% izquierdista) llamado Fer aceptó encantado la propuesta de Cafre. Estaba ilusionado con la idea de ayudar a terminar con esa plaga de románticos del antiguo régimen que asolaba mi aldea. Y Vicky, al ver que su compañero se embarcaba en la aventura, decidió unirse también. No tardaron en preparar una mochila con los enseres básicos y partir con nosotros.
Cuando ya estábamos saliendo del pantano, me acerqué a hablar con Fer. Le pregunté porqué en un mundo caótico como el que vivíamos, donde nada tenía sentido, él se mantenía tan firme en mantener como propia una ideología en la que nadie creía ya.
-Por eso mismo -respondió mientras exhalaba una pequeña llamarada con forma de hoz-. Porque cuando parece que todo es inútil, es cuando más fuerte debes mantener tus ideales. No se trata de que tus principios se materialicen instantáneamente en tu vida, porque es imposible. Se trata de conseguir que tu ideología no muera en el entorno hostil, de que siga viva en la boca de una nueva generación y que, aunque sean los hijos de los hijos de tus hijos, la hagan realidad...
Creo que iba a añadir algo más pero, de repente, un resplandor nos deslumbró a todos. Cuando nuestros ojos pudieron enfocar de nuevo, había frente a nosotros cuatro extraños personajes, vestidos con largas túnicas grises que sólo dejaban al descubierto sus élficos rostros de piel azulada. Detrás de ese grupo de cuatro, había tres personas más vestidas con atuendos militares. Esos otros tres parecían humanos; uno era de piel negra, otro marcadamente asiático y el último rubio y de piel pálida.
-Pero, ¿qué coño...?
-Buenos días, aventureros -saludó uno de ellos-. Somos los Cuatro Guardianes de la Corrección Política, hemos jurado traer armonía a este mundo de Caos. Estamos siguiendo los inicios de vuestras aventuras e intervenimos para convertir vuestro desordenado grupo en una compañía políticamente correcta.
-Pero si ni siquiera hemos comenzado el viaje -me extrañé-. ¿Cómo es que os habéis enterado de algo?
-Creo que ha sido por mi culpa -dijo Chess-. Desde que partimos de nuestra aldea estoy publicando tanto fotos como el diario de nuestro viaje en las redes sociales...
-La madre que te parió.
-Esperad, yo me ocupo de esto -intervino Cafre, adelantándose-. ¿Qué problema hay?
-Vuestro grupo no es políticamente correcto. En primer lugar, todos los integrantes son de rasgos caucásicos. Hay que añadir un mínimo de diversidad étnica. Por eso me acompañan estas tres personas...
Los tres humanos se adelantaron e hicieron un saludo militar.
-Espera un jodido momento -dijo Cafre agarrando su escopeta-. ¿Dónde está el gitano?
El Primer Guardián de la Corrección Política se extrañó.
-¿Gitano? ¿Cómo que gitano...?
Se escuchó un disparo y el Primer Guardián de la Corrección Política cayó de rodillas soltando alaridos, abrazando su abdomen sangrante y agujereado.
-Te voy a dar una lección, capullo -sonrió Cafre mientras cargaba su humeante escopeta-. Si yo hago "esto", es racismo.
Y, de un disparo, Cafre le voló la cabeza al negro.
-Pero si ahora añado "esto", ya deja de ser un acto racista.
Y, con otro disparo, Cafre le voló la cabeza al blanco.
-¿Lo entiendes, guardián de pacotilla? No se trata de añadir diversidad étnica por huevos, el tema consiste en actuar con equidad e igualdad hacia todas las personas, independientemente del color de piel -añadió Cafre mientras cargaba de nuevo la escopeta y apuntaba a la cabeza del que tenía rasgos asiáticos.
-Se lo ruego, espere un momento -habló rápidamente el asiático-. No me mate, le aseguro que puedo serle muy útil.
-¿Ah, sí? -preguntó Cafre-. ¿Qué sabes hacer?
-Soy experto en artes marciales.
Cafre se le quedó mirando con cara inexpresiva mientras se escuchaba a su alrededor un coro de grillos.
-Te das cuenta de que, si después de matar al blanco y al negro, no mato al amarillo... y dejo que se una al grupo un estereotipo tan racista como es un asiático experto en artes marciales, sería ilógico. ¿Verdad?
-Un poco... -asintió el asiático mientras se encogía de hombros.
Y Cafre le voló también la cabeza.
-Un negro, un blanco, un amarillo... ah, sí -Cafre disparó en ese momento a la cabeza del Primer Guardián de la Corrección Política, rematándolo-. Quedaba el azul. Solucionado el primer problema. ¿Cuál es el siguiente inconveniente?
El Segundo Guardián de la Corrección Política tragó saliva y se adelantó.
-Yo soy el Guardián que vela por la corrección con todas las tendencias sexuales. En un grupo ampliamente heterosexual, debe incluirse al menos un homos...
-Oye, que yo ya me definí hace un rato como pansexual de amplio espectro -le interrumpió Cafre.
-¡Y yo soy bisexual! -añadió Rigoberta.
-Mira por donde, ese problema no lo sufre nuestro grupo -sonrió Cafre.
Y le voló la cabeza de un disparo al Segundo Guardián de la Corrección Política.
En ese momento, se adelantó el Tercer Guardián de la Corrección Política. Mejor dicho, Guardiana, pues era una mujer.
-Yo soy la Guardiana de la igualdad de género. Y estoy satisfecha, pues en este grupo hay igualdad en número de hombres y mujeres.
-Pero soy yo quien tengo un problema contigo -dijo Cafre pensativo-. Si he matado a tus compañeros varones y no te mato a ti por ser hembra, es algo sexista.
-No puedes hacerlo -replicó ella-. Ten en cuenta que, según la Ley de Violencia de Género Post-Caos, un varón no puede matar a una mujer por el mero hecho de serlo, pues es delito.
-¿Eso se aplica también si una mujer mata a un hombre por el mero hecho de serlo? -preguntó confundido Cafre.
-No. En ningún caso.
-¿Por qué no?
-Porque no es políticamente correcto.
-Entonces no puedo matarte... ¿aunque dejarte viva sea sexista?
-Exacto.
-Sólo queda una salida entonces, me temo... ¡Vicky!
Y Vicky desenvainó su katana y le cortó la garganta a la Tercera Guardiana de la Corrección Política.
-Solucionado -dijo Cafre-. Evitamos una situación sexista y, al mismo tiempo, acatamos la Ley de Violencia
de Género Post-Caos, pues no es un hombre matando a una mujer por el mero hecho de serlo... es una mujer matando a otra mujer por el mero hecho de serlo. Todo correcto.
Cafre se volvió hacia el último de los Guardianes de la Corrección Política. Éste soltó una risita nerviosa y dijo:
-Mira, yo era el Guardián de la Corrección Política-Religiosa, me dedicaba a la inclusión de diversos credos en los grupos aventureros... ¡pero me ha quedado claro, no es necesario que me mates! ¡Mira!
Y el Guardián de la Corrección Política-Religiosa sacó un crucifijo de su túnica y lo rompió frente a las narices de Cafre... quien se quedó mirando fijamente antes de susurrar:
-Soy profundamente cristiano. Lo que has hecho no tiene nombre.Y Cafre agarró al aullante Guardián de la Corrección Política-Religiosa, le arrancó la túnica y los calzones, introdujo el cañón de la escopeta en el ano azulado del aterrado tipo y disparó.
-Bueno, todo solucionado -dijo Cafre-. Retomemos nuestra aventura sin más dilación.
-No puedo decir que me cayeran bien pero, ¿no te has cargado a mucha gente que podía sernos de ayuda? -pregunté sin que me hubiera recuperado tras ver tanta violencia gratuita.
-Nah. Estos imbéciles son unos mindundis. No les necesitamos a ellos. Lo que necesitamos es a alguien que ponga derecho este grupo psicótico. Necesitamos una líder. La mejor que hay.
Próximo episodio: La líder.
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