Después de que Chencho terminara de recitar las propiedades químicas de todos los elementos de la tabla periódica (pues le había dado un nuevo arrebato cortocircuitesco), nos teletransportamos.
Cafre y Vicky pidieron al interdimensionador que nos hiciera llegar hasta donde se encontrara Celia, quien fuera la legendaria líder del Comando Caprino. Ambos comentaban que Celia fue la única persona capaz de poner orden en un grupo tan entrópico... el cual, a su vez, luchaba en y contra un mundo caótico. Describían a Celia como una persona sensata, sensible, racional, cauta, que no habla por no pecar...
Mentiría si no dijera que estaba deseando conocer a esa mujer que lideró a tan famosos guerreros en tantas misiones.
Afortunadamente, Vicky nos dio a Rigoberta, a Chess y a mí unas pastillas contra el mareo. Según ella, hacían maravillas para evitar los desagradables efectos secundarios de las "interdimensionalidades" de Chencho.
Aparecimos, sin embargo, en un lugar de todo menos apacible... nos teletransportamos en una inmensa y yerma llanura de tierra gris donde se libraba una enorme, gigantesca batalla. Explosiones, rayos, ráfagas de ametralladora, ruido ensordecedor, trozos de tentáculos que saltaban por los aires... pero los bandos no estaban igualados. En absoluto.
Por un lado, había miles, quizás millones, de criaturas caóticas, de todo tipo y tamaño... había monstruos con cabeza de elefante y cuerpo de mosca (a escala real), así como extrañas criaturas reptantes viscosas y aullantes que escupían grasa de cocido madrileño... había humanoides escamosos, quitinosos, emplumados, empapelados o embarrados; zombis, esqueletos, vampiros y chupasangres de la hacienda tributaria; horribles seres deformes que amenazaban la cordura de aquel que se atrevía a mirarles; ácidos vivientes que resultaban ser un peligro incluso para los de su propio bando...
Un ejército caótico. Al completo.
Y todas esas bizarras, inimaginables criaturas, se enfrentaban a un único oponente... a una mujer portadora de un negro exoesqueleto mecánico de más de dos metros de altura, decorado con pegatinas que simulaban ser neones fluorescentes de color rosa y verde. El voluminoso exoesqueleto, una auténtica armadura de combate, incorporaba en cada uno de sus brazos dos cañones proyectores de partículas que disparaban ininterrumpidamente contra el inmenso enjambre, abriendo sanguinolentos surcos en la marea caótica... sólo quedaba a la vista la cabeza de la guerrera, una mujer de cabello cobrizo, gafas y expresión furiosa. Su voz se escuchaba incluso por encima del ruido de la batalla, al gritar:
-¡MORID CABRONES HIJOS DE LA GRAN PUTAAAAAAAA!
Pero, a pesar de su valor, era obvio que no aguantaría más de unos segundos contra un enemigo tan superior,
-¡Es Celia! -gritó Vicky.
Y sin más preámbulos, mis compañeros se lanzaron a la batalla.
Respiré hondo, cerré los ojos e invoqué al Lobo, mi tótem y espíritu guardián. Sabía que, pese al valor y las destrezas de mis compañeros, las posibilidades estaban en nuestra contra. Sólo me reconfortaba la idea de que, al menos, podría morir como un guerrero junto a unos compañeros tan legendarios.
Abrí los ojos y me lancé a la batalla...
...sólo para encontrarme con que prácticamente había terminado ya.
Vicky lanzaba cuchilladas y shurikens por doquier, rematando a varios monstruos con un único movimento; Fer sobrevolaba el campo de batalla, exhalando su flamígero aliento y calcinando hordas enteras; Chencho usaba sus poderes para teletransportar grandes cantidades de enemigos unos metros más allá... pero sólo mitades de cuerpos o cabezas, dejando a su paso montones de miembros mutilados; Cafre, montado en su pavo gigante y con una escopeta recortada en cada mano, corría de aquí para allá arrollando, pisoteando enemigos y disparando a quemarropa; Chess conjuraba su magia nigromántica para levantar como zombis sin cerebro la gran cantidad de cadáveres disponibles y lanzarlos contra los que habían sido sus compañeros caóticos un segundo antes... únicamente Rigoberta parecía tener problemas. Enfrascada en combate personal contra un gargantuesco gusano colmilludo, Rigoberta usaba una férrea maza para aplastar la cabeza de su enemigo, dejándolo medio muerto. Pero después miraba al gusano retorciéndose entre espasmos, le daba pena y usaba su don de la curación para sanarle. El gusano agradecía el gesto intentando morder a la sanadora, que de nuevo aplastaba la cabeza de la criatura... y volvía a darle pena, y volvía a sanarle, y el gusano de nuevo intentaba morderla, y de nuevo Rigoberta usaba la maza, y miraba al gusano ensangrentado y le daba pena y... bueno, el bucle parecía eterno.
-Pero qué... -empecé a decir, anonadado,
-¡Joder, tío! -escuché la voz de Cafre-. ¡Si eres pacifista haberlo avisado antes! ¡Te has quedado sin diversión!
No podía entender como un grupo, a primera vista tan... tan... no sé ni cómo definirlo... ¿extraño? ¿patético? ¿inusual? Tan lo que sea... era capaz de desplegar tal nivel de poder.
Cuando terminó la batalla, el reencuentro con Celia no se hizo esperar.
-¿Qué coño hacéis aquí? -gritó la calmada, sensata, cauta y racional líder, la que no hablaba por no pecar- ¡Os dije mil veces que no quería saber del puto Comando Caprino!
-Oye, por lo menos que nos das las gracias por echarte una mano -se quejó Cafre mientras se acercaba a lomos de su pavo.
-¡De ti es del que menos quiero saber! -chilló Celia quien, gracias a su exoesqueleto, podía mirar cara a cara a Cafre aunque éste estuviera subido a su pavo.
-¿Por qué? ¿Qué te he hecho yo? ¡Si venimos a pedirte que nos lideres de nuevo!
-¿Que qué has hecho? ¡Tú provocaste la disolución del Comando Caprino! ¡Tú! ¡Tú eres el máximo responsable de lo que pasó! ¿Y quieres que os lidere? ¿Tú? ¡Si las únicas órdenes que cumplías eran las que te interesaban! ¡No eres más que un chupacámaras más que pagado de sí mismo, incompetente, estúpido, irreverente, irresponsable, inconsciente, que lo único que quiere es llamar la atención porque tiene un gigantesco problema de ego!
-Hablas como cinco de mis seis ex.
-¿Cómo cinco? ¡No lo puedo creer! ¿Sólo como cinco?
-Sí. La sexta intuyo que también lo pensaba, pero al ser muda no lo decía...
-¿Lo ves, gilipollas? ¿Lo ves? ¿Y tú quieres que os lidere? ¿Que "te" lidere? ¡Eres un puto insufrible! ¡Un mentecato! ¡Un capullo!
-Pero soy guapo.
-¡Lo que eres es afortunado de que no te haya reventado ya a disparos de plasma, tanto a ti como a tu pavo!
-Oye, me empieza a dar la impresión de que estás algo resentida conmigo...
-¡No! ¿De veras?
-Pero, ¿es que me sigues culpando de lo que pasó?
-¿Tú qué crees, imbécil?
-Perdonad -intervine-. Pero, ¿puede alguien explicarme qué pasó?
Vicky, Cafre y Celia me miraron con cara de circunstancias.
-Lo que ocurrió es que...
Un grito de Rigoberta interrumpió la explicación:
-¿Puede alguien echarme una mano? ¡De veras que me da mucha pena matarlooo!
Próximo episodio... "Lo que pasó".