-¡Amenazó gatitos! ¡Gatitos! ¡Lo mataré! ¡Juro que lo mataré!
Quien así chillaba era Vicky, yendo de aquí para allá, al tiempo que hacía grandes aspavientos. Como portaba una nagakami en una mano y una kuga en la otra, teníamos que estar atentos para esquivar o saldría volando alguna de nuestras orejas.
Resoplé. Era obvio que el encuentro de la ninja con Militarus, el integrante de La Doctrina, la había alterado profundamente. Eso, sumado a que esta alianza entre el Comando Caprino y los restos del Grupo Armado Mata-Cabras no me inspiraba confianza alguna, hizo que me decidiera. Después de todo, soy Herji. Soy el campeón de Nueva Ávila. Es necesario que demuestre mi resolución. Di un paso al frente.
-¡Suficiente! ¡Que nuestras cabezas permanezcan calmadas! Entre nosotros se encuentran varios de los seres más poderosos de este mundo. ¡Podemos vencer a La Doctrina! Empecemos tramando un plan de acción. Se me ocurre que, con sus monturas, Sir Rosis y Cafre encabecen un asalto frontal mientras Vicky y Chess...
-Ya, ya, muy bien. Corta el rollo, tío -me interrumpió Cafre-. ¿Quién te ha elegido líder? ¡El Comando Caprino sólo sigue las órdenes de nuestra jefa, Celia!
Le miré sin comprender. Tragué saliva antes de contestarle:
-Tu "jefa" se largó hace como tres entradas de esta mierda blog, harta de que no le hiciérais caso.
Cafre puso cara de incredulidad y masculló mientras miraba alrededor. Después se dirigió a sus compañeros:
-¡Vicky! ¡Fer! Dice el capullo de Herji que Celia se ha pirado. No puede ser, ¿verdad?
-Qué va -dijo extrañado el hombre-dragón-, si estaba aquí mismo... ¿no? Oh, espera...
-Yo no la veo -Cafre abrió los brazos.
-¿No está Celia? -preguntó Vicky-. Jobar, no me había dado cuenta...
-¿Qué vamos a hacer? -se alarmó Cafre- ¡Dependemos de su liderazgo!
A mí se me hinchó la vena y empecé a gritar:
-¿Qué coño es eso de depender de su liderazgo? ¡No le habéis hecho nunca ni puto caso! ¡Se fue porque pasabais de ella! ¡Joder! ¡Si ni os habíais dado cuenta de que se había ido!
Se hizo un momento de silencio. Cafre se acercó y puso una mano en mi hombro.
-Herji. Te doy las gracias. Nos has hecho comprender que no necesitamos a Celia para luchar. Has aumentado la confianza en nosotros mismos. Gracias, hermano.
-Tranquilo, compañero. No ha sido nad... ¡No! ¿Qué coño? ¡No! -grité a punto de echarme a llorar- ¡No has entendido lo más mínimo de lo que he dicho!
Me di la vuelta y me alejé dando grandes pasos. Estos imbéciles podían volver loco a cualquiera, no me extraña que su jefa se hubiera pirado ya dos veces. Respiré hondo. En ese momento, escuché a otros dando voces. Daniel, mejor conocido como el Señor del Castillo de la Rosa, y Chencho, el poderoso interdimensionador, estaban discutiendo acaloradamente. La cuestión es, ¿quiero saber el motivo? Suspiré. Me acerqué.
-¡No tengo intención de unirme a esta estúpida alianza! -gritaba Daniel.
-¡Me parece perfecto! -asentía Chencho- ¡Porque yo tampoco quiero que te unas! ¡Puedes irte ya con viente fresco!
-¡Ni se te ocurra decir qué tengo que hacer! ¡Si quiero quedarme, lo haré!
-¡Yo no quiero que te quedes!
-¡Razón de más para quedarme!
-¡Podemos encargamos de La Doctrina sin ti!
-¡Te puedo decir lo que os vais a comer si no me tenéis a mí!
-¿No decías que te ibas? ¡Vete!
-¡Ahora no quiero!
Y así, Daniel, el Señor del Castillo de la Rosa, se unió a nosotros.
Empiezo a entender a Celia. Y eso me preocupa. Profundamente.
Continuará
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