-¡Gatitos! ¡Gatitos, gatitos! ¡Gatitos! ¡Gatitoooos! ¡Gatitos, gatitos! ¡Gatitos! ¡Muchos gatitos! ¡Muchos gatitos para la nena! ¡Gatitos bonitos! ¡Gatitos chiquititos! ¡Gatitos adorables!
El lugar está lleno de los chillidos de Vicky mientras abraza, besa, acuna, apapacha y lame a un montón de cachorros de gato desconcertados por la loca que les abruma.
Fer está en lo alto de una colina, observando desde allí mi aldea ocupada, tenuemente iluminada en la noche. Me acerco hacia él, en parte deseando saber qué está pensando el hombre-dragón, en parte para alejarme de los gritos.
-¿Cómo lo llevas, Fer?
-Hola, Herji -me saluda-. Deberíamos tener novedades pronto.
-¿Novedades? -me extraño-. Creí que una vez Vicky hubiera rescatado a los gatos rehenes, ella misma iría asesinando a los miembros de La Doctrina, o lanzaríamos un ataque, o...
Fer niega con la cabeza.
-No, Herji. Estos enemigos no son un enjambre caótico. Están preparados contra nosotros y seguro que tienen algún plan alternativo para compensar la desaparición de los gatitos. Pero las piezas están ya en su sitio. Sólo tenemos que esperar.
-¿Las piezas? No lo entiendo... lo único que hemos hecho ha sido rescatar a unos cuantos gatos...
-Gracias a la información obtenida por un político comprado por un plato de canelones, no lo olvides. Eso ha hecho que la rueda comience a girar. Calculo que en unas horas, como muy tarde, La Doctrina perderá una parte de sus efectivos... y no tendremos que mover un dedo hasta que eso ocurra.
No comprendo al hombre-dragón. Parece completamente seguro de sus palabras, pero no alcanzo a imaginar por qué...
***
Dentro de la fortaleza, se escuchan otra clase de gritos. Militarus mira con expresión ausente los alicates que sostiene en su mano, con otro diente recién arrancado.
-Así que te vendiste por un plato de canelones, permitiendo que esa ninja enana rescatara a todos los gatos. Lo que más me duele no es que se ha hayan llevado esas mugrosas bolas de pelo. Lo que me duele es la traición. Nuestra sociedad se basa en la confianza; en la lealtad. Y si cometemos un error o tenemos un momento de debilidad, lo asumimos y lo informamos a nuestro superior al instante. Es algo que los soldados tenemos grabado en nuestra alma. Pero tú te callaste, y me has obligado a interrogar a otras cinco personas antes que tú. Me decepcionas.
El desdichado solloza mientras mira sus dientes y uñas tirados por el suelo. La puerta se abre, y entran los otros cinco miembros de La Doctrina.
-Militarus -habla Políticus con expresión sombría-. Has apresado indebidamente a cinco de mis hombres de confianza. Te has extralimitado en tus funciones y no has informado a Gobernus de estos cuestionables procedimientos. Solicito formalmente a Gobernus y Legalitus que proclamen la exacción debida por tu modo de actuar.
Militarus mira con desdén a Políticus antes de responder:
-Políticus, han sido tus burócratas los que han provocado esta crisis. Han traicionado nuestros valores e ideales, y llegarán a provocar nuestra caída si se mantienen bajo tu mando, que se ha probado incompetente y falto de recursos. Propongo formalmente a Gobernus y Legalitus que se traspasen las competencias de Políticus a mi persona mientras dure esta crisis.
-Denegado, Militarus -responde Gobernus-. De acuerdo con Legalitus, has tomado una serie de decisiones que sólo corresponden a mi persona. Antes de decidir lo más mínimo, vamos a esclarecer esta situación.
-Lo único que se debe esclarecer es si Políticus sirve para algo y si tú, Gobernus, estás haciendo un buen trabajo -escupe Militarus-. Religiosus, Legalitus, Económicus, me gustaría conocer vuestra opinión al respecto.
-La traición es una gran ofensa hacia Dios -pronuncia Religiosus-. Militarus ha hecho lo correcto al aplicar la penitencia correspondiente a los pecadores. No podemos permitir que el libertinaje campe a sus anchas.
Legalitus se encoge de hombros mientras hojea un código de leyes.
-Según nuestras leyes, Militarus ha obrado incorrectamente. Pero, como bien sabemos todos, en cualquier momento puedo tachar lo dispuesto, sustituir las disposiciones necesarias y que todo sea correcto.
Economicus no habla, tan sólo mira a unos y a otros mientras intenta aparentar calma y valora de qué lado le interesa ponerse.
Gobernus levanta el tono, mientras sus guardaespaldas toman posiciones:
-Militarus, quedas temporalmente despojado de tus funciones y tu rango mientras se investigan tus recientes actuaciones.
Militarus frunce el ceño mientras le rodea un grupo de soldados:
-¿Me investigas a mí cuando no has movido un dedo frente a la traición de los hombres de Políticus?
***
De repente, comienzan a escucharse disparos. Me pongo en tensión, pero Fer sonríe.
-Tranquilo, Herji. Estos imbéciles son tan predecibles como imaginé. Ya ha empezado.
-Ya ha empezado... ¿el qué?
-El golpe de estado -dice el hombre-dragón con una maquiavélica sonrisa en su rostro.
Continuará