Eché un vistazo a mi alrededor. Sí, seguíamos vivos. Y ahora también teníamos el estómago lleno de "pollo a la brasa". Pero era obvio que la moral de nuestro grupo estaba por los suelos. La derrota contra esos guerreros caóticos nos había afectado.
Sacudí mi cabeza y deseché los pensamientos negativos. Soy Herji. Soy el campeón de Nueva Ávila. Soy el que ha conseguido reunir nuevamente al Comando Caprino para liberar a mi tierra de la opresión. No podía permitirme sucumbir al agotamiento y a la desesperación.
Decidí que tenía que averiguar más. Más de las capacidades y motivaciones de estos nuevos enemigos, pero también de mis propios compañeros de equipo.
Me puse en pie. Decidí acercarme a Celia y entablar conversación con ella. Después de todo, era la líder de este pintoresco grupo. Celia, destornillador y alicates en mano, estaba ocupada. Subida en un taburete, reparaba su enorme exoesqueleto.
-Te vi luchando contra esa tal Xhugra. Era una pelea muy personal, ¿verdad?
Celia clavó sus ojos claros en mí. Suspiró.
-Más que personal. Mucho más. Esa criatura es mi ex-suegra.
-Lo... lo siento -dije sorprendido-. No hubiera imaginado siquiera... supongo que alguna llamarada caótica transformó a una buena mujer en ese monstruo. Lo lamento mucho. No debes culparte, es algo imposible de predecir y de evitar. Te llevabas muy bien con ella, ¿verdad?
-No sé de qué coño estás hablando -respondió Celia, mirándome como si yo fuera idiota-. Esa jodía por culo ha sido siempre igual de cabrona... y todo porque no quise casarme con el imbécil de su hijo. ¿En qué estaría pensando yo? Me encantaría tener una máquina del tiempo como la de Cafre y solucionar tantas cosas de mi pasado...
-¿Cafre tiene una máquina del tiempo? -me maravillé, aliviado por poder cambiar de tema.
-¿Eh? ¡No, no! Qué va -Celia negó con la cabeza-. Aún no la tiene. Pero sabemos que la conseguirá en algún momento. ¿Quieres ver la prueba?
Asentí con la cabeza. Celia se bajó del taburete, se acercó a Cafre (quien estaba tumbado en el césped, usando una de las patas de su pavo de almohada) y le dijo:
-¿Sabes? Me acordé de esa antigua novieta tuya, la mujer-gata. Se llamaba Dunia, ¿verdad? Hacíais buena pareja, deberías intentarlo con ella de nuevo.
-¿En serio? -Cafre se rascó la cabeza mientras se incorporaba-. No sé... quizás... bueno... quizás tengas razón. Después de todo, tú eres la inteligente... voy a llamarla.
En el momento que Cafre agarró su teléfono móvil y empezó a marcar el número, hubo un flash cegador. Yo me quedé boquiabierto. Había aparecido otro Cafre, ambos casi idénticos, salvo que el recién llegado lucía más cicatrices. Sin mediar palabra, el "nuevo" Cafre le metió tan tremenda patada en la cabeza al Cafre original, que lo dejó KO en el suelo. Acto seguido, cortó la llamada y, tal como había llegado, desapareció.
-¿Lo ves? -me dijo Celia señalando al inconsciente Cafre-. Es maravilloso. Me encantaría tener algo así y hacerle una visita a mi yo del pasado...
Miré aterrado a Celia. Asentí con la cabeza en silencio y me alejé muy lentamente de allí.
Vi a la ninja Vicky y al hombre-dragón Fer sentados en el suelo, espalda contra espalda. La primera afilaba sus armas. El segundo bebía una jarra de cerveza (preferí no pensar de dónde la habría sacado).
Me acerqué a ellos y abrí la boca:
-Fer, ¿por qué mataste al Señor Dodo? Eso de las Personificaciones Animales... quizás debamos hacer frente a repercusiones más adelante.
-En absoluto -el hombre dragón se mostraba relajado-. Yo vivo esta vida como si fuera una novela, no sé si me entiendes. Una novela en la cual el escritor es gilipollas y no sabe ni cómo va a continuarla. Lo que era ese Señor Dodo era un puto "Deus ex machina" y se merecía la muerte. Posiblemente, para que tamaña estupidez tenga alguna justificación, el escritorzuelo de los cojones se sacará de la manga algo sobre esas Personificaciones Animales y así alargar la trama. Pero, si esa es su pueril idea, que no cuente conmigo para ayudarle a concretarla.
-Además, los dodos son palomas grandes y tontas -asintió Vicky-. Y las palomas no son gatitos.
-Y hay algo más -dijo Fer-. Tú observa cualquier serie de animación. Cualquier personaje que tenga plumas azules, o es imbécil, o un incordio, o traicionero, o...
-De acuerdo, de acuerdo, lo he entendido -dije mientras me iba de allí-. Claro como el agua...
Suspiré. No sé ni porqué trataba de entender lo más mínimo sobre esta gente. Cada intento sólo significa comprenderles menos aún.
Pero, ¿y mis compañeras? ¿Cómo se encontrarían Chess y Rigoberta? De verdad, rezaba porque ellas llevaran mejor que yo esta situación...
Encontré a Rigoberta y a Chencho juntos, alejados de los demás. Ambos se miraban fijamente. Ambos sonreían. Ni uno ni la otra decían lo más mínimo. Me quedé mirándolos. Treinta segundos. Un minuto. Dos minutos. Cinco. Diez. Seguían igual. Se miraban fijamente. Sonreían. No decían lo más mínimo...
-Pero, ¿qué coño...?
-No les interrumpas -sonó la voz de Chess detrás mía-. Déjalos tranquilos. Se gustan.
-Eso es obvio. Pero, ¿por qué no hablan? ¿Por qué no se besan? ¿Por qué no hacen algo?
-Porque los dos tienen miedo de cagarla.
Miré a Chess con desesperación. La locura era contagiosa.
-Chess, ¿cómo estás tú? -pregunté, casi con miedo.
-¡Estoy harta! ¡Completamente harta! ¡Soy una nigromante, joder! ¡En todas las historias de fantasía, dicen "nigromante" y todos se cagan patas abajo! ¡Yo debería ser la puta ama aquí! ¡Y llevamos quince entradas más la introducción, y sólo he recibido humillaciones! ¿Cómo quieres que esté? ¡Explícame! ¿Por qué nadie tiembla al verme llegar?
-¡Chess! -se escuchó la voz de Vicky- ¿Quieres un poco de chocolate?
-¡Chocolate! -la cara de Chess se iluminó- ¡Ay, qué rico!
Y la poderosa nigromante se alejó dando saltitos hacia donde estaba Vicky.
Me harté.
-¡Ya está bien! -grité- ¡Escuchadme todos! Esos campeones caóticos nos vencieron porque lucharon en su terreno. Nos conocían. Cada uno de ellos eligió el oponente que mejor podía derrotar. La próxima vez, estaremos preparados. La próxima vez, nosotros decidiremos quién se enfrenta a quién. Mi única duda es qué hacemos con ese... o esa... hermafrodita llamado o llamada Cubbi. Sólo Rigoberta puede mantenerle a raya, pero en tal caso perderemos su poder de curación...
-Discrepo -dijo Cafre-. Dejadme a Cubbi a mí. Sé perfectamente cómo vencer.
-Bien -asentí-. Porque no sólo vamos a liberar a mi pueblo. ¡También nos vamos a ocupar de esos capullos caóticos!
Y alcé el puño al cielo, esperando que todos me siguieran.
Pero nadie lo hizo.
Celia me miraba con los ojos entrecerrados.
-¿Puedo preguntar quién coño te ha nombrado jefe?
-Uy...
Continuará
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