sábado, 9 de junio de 2018

GdP2: XVII


Yo, Kayampa, suspiré. Vi cómo mis compañeros del Grupo Armado Mata Cabras lamían sus heridas... habían sido derrotados. Esos crueles humanos llamados La Doctrina eran más de lo que parecían. Usaban tácticas ordenadas, armamento pesado y no tenían escrúpulos en utilizar a pueblerinos inocentes como escudo humano. Quizás Xhugra o el Mariscal de Campo no tenían tantos reparos en matar civiles, pero para Sir Rosis o Cuchuflí Montoya era un límite moral que no estaban dispuestos a traspasar. Además, en un amplio perímetro habían minado el terreno, por lo que Cubbi arriesgaba perder una pierna si se acercaba. Si a eso juntamos que el loco de Durk hacía lo que le daba la gana en la batalla...

Me sentí abatido. Yo sólo soy un escriba, no sé pelear. El Mariscal de Campo discutía con Kuroko y con el Señor del Castillo de la Rosa. Les echaba en cara que no hubieran querido ayudarles contra La Doctrina. Pero era una discusión estéril.

Suspiré. Por su parte, Sir Rosis estaba repartiendo pociones curativas. Las heridas físicas podían cerrarse, pero la humillación de haber sido rechazados por unos simples humanos perduraría demasiado tiempo...

De repente, todos nos pusimos alerta. Se escuchaba un zumbido, nuestro vello se ponía de punta por la electricidad estática, un tenue olor a ozono flotaba en el aire...

-¡Míster Transsssporterr! -aulló de alegría el Señor del Castillo de la Rosa-. ¡Es hora de saldar cuentas!

Un portal se abrió desgarrando el espacio y el tiempo. El Comando Caprino lo atravesó gritando de furia, disparando sus armas. Buscaban la revancha, nos habían pillado desprevenidos... Pero el Señor del Castillo de la Rosa alzó los brazos y, mientras reía a carcajadas, gritó:

-¡Yo también sé abrir portales!

***
Mi nombre es Chencho. Pero en este y en otros muchos mundos soy conocido como Míster Transsssporterr. Sí, es un nombre ridículo. Pero, en su momento, me pareció que molaba. Es como cuando echas la vista atrás y relees tus primeras direcciones de correo electrónico. Supongo que me entiendes.

Bueno, volviendo a la historia, mi teletransportación había sido perfecta. Pillamos desprevenidos al Grupo Armado Mata Cabras y caímos sobre ellos... pero subestimé la rapidez de mi archienemigo Daniel. Levantó los brazos mientras reía locamente y un portal se abrió sobre él... un portal conectado al mismo infierno. Antes de que pudiéramos darnos cuenta de qué estaba pasando, cientos de demonios cruzaron a nuestro plano de existencia. No íbamos a luchar sólo contra esos capullos del Grupo Armado Mata Cabras. También tendríamos que despachar a miles de criaturas infernales.

Por mí, bien.

Escupí al suelo. Decenas de demonios que pretendían atacarme desaparecieron. Soy un interdimensionador. Soy uno de los seres más poderosos que jamás hayan existido. Espero que les gustara el espacio exterior.

Nuevos demonios ocuparon el espacio de los anteriores. Una duda cruzó mi mente. Como en tantas otras ocasiones, me pregunté qué hacía aquí. Soy un solitario. Siempre lo he sido. Y me veo ahora luchando en una batalla que no he elegido, aliado con un tipo al que detesto. Si soy tan poderoso, ¿por qué parece que no tengo control sobre mi vida? En su momento quise apartarme, alejarme de todo y de todos, dedicarme simplemente a observar universos alternativos en otro plano de existencia, sin querer intervenir en ellos. Y sí, lo hice. No era feliz, pero estaba tranquilo...

Moví mis manos. Numerosos demonios cayeron descabezados al suelo. Pude ver a Cafre, montado en su pavo gigante, atravesando las líneas de muertos vivientes del Mariscal de Campo, intentando acercarse a Cubbi.

Cafre. Hubo un tiempo en el que lo llamé amigo. Un error que no volveré a cometer. A pesar de tener cuentas pendientes, se atrevió a sacarme de mi zona de confort, a pedirme ayuda, a involucrarme en esta aventura sin sentido... ¿Por qué? ¿Por qué accedí a ello? Me da miedo la respuesta. ¿Acaso me sentía solo? ¿Quería formar parte de algo aunque fuera de esta mierda?

Un campeón infernal comenzó a desafiarme. Antes de que terminara de hablar, ya había teletransportado sus vísceras fuera de su cuerpo.

Resoplé. Soy una persona delicada, sensible. Al contrario que estos lunáticos, no disfruto con esta violencia sin sentido. ¿Por qué no uso mis poderes para largarme al otro confín del universo y olvidarme de toda esta jodienda? Mis compañeros saben cuidarse solos...

-¡Chencho! -Rigoberta llegó hasta mí-. ¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda?

Sus ojos, tan bellos, se clavaron en los míos. Después, nuevos enemigos aparecieron y me vi forzado a apartar la vista de ella.

Rigoberta. ¿Por qué mi corazón se acelera tanto cuándo está cerca de mí? Capé mis sentimientos hace mucho. Me convertí en un malote. Y ahora me derrito cuando ella aparece... joder. No tengo idea de cómo tratarla. No la conozco apenas. Si ella no estuviera aquí, ¿seguiría yo con esta gente?

Miré hacia Rigoberta, pero mis ojos sólo hallaron enemigos. Grité de furia y me dirigí hacia otro campeón infernal.

-El sol del desierto abrasó mi piel. Mis pies se han hundido en la nieve. He cruzado tanto el océano como la cordillera sin saber qué esperaba detrás. He visto manar a borbotones mi propia sangre. Me he tambaleado borracho en calles desconocidas. He amado demasiadas primeras noches, como he llorado demasiadas últimas. Prometí no volver a sentir y hoy vuelvo a estar enamorado. ¡Demonio! ¿Osas enfrentarme? Más vale que estés tan dispuesto a morir como yo lo estoy.

***

Mi nombre es Herji. Soy el campeón de mi pueblo, la tribu de Nueva Ávila. Mientras la hoja de mi espada corta en dos el cuerpo de un demonio, echo un vistazo a cómo lucha uno de los poderosos compañeros que he encontrado en mi camino. Chencho, el llamado Míster Transsssporterrr, parece que ha activado el modo deidad, arrasando hordas de enemigos. Una sonrisa asoma a mis labios. Estoy convencido de que con él en nuestro bando, la victoria es nuestra.

Bueno, eso pensaba yo... hasta que, tras pronunciar un emocionado discurso, a Chencho le dio uno de sus cortocircuitos, dejó de matar demonios y comenzó a cantar que era la viudita del conde Laurel...

-¡Proteged a Chencho! -grité aterrado- ¡Está fuera de combate!

Pero sin Chencho, sin los poderes de Míster Transsssporterrr... ¿podríamos ganar la batalla?


Continuará
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario