jueves, 4 de abril de 2013

Estoy de Vuelta 82


-¡Cúrate, amigo Canael! –se despidió Fito con una carcajada, en un tono tan alto que hasta Sheila lo escuchó-. ¡Recuerda que quien se enamora se vuelve imbécil!

El rostro de Canael se volvió a juego con sus ojos.

Poeta, mientras tanto, aprovechó para entonar unos versos pese a las protestas de Cosme:

        Prometí dar mi vida por una muchacha
y ella me tomó la palabra.
Una simple carta se convirtió en un hacha
con la cual, primero, me robó el corazón.

Y luego lo arrancó de mi pecho.

Incluso Dios se ríe y me señala con el dedo.
Acabo de ser condenado
tras cometer un único pecado:
el de haber querido amar.

Ahora mismo vivo una parodia de vida.
Debería importarme, pero no... me da igual.
Mi corazón está ya tan enfermo
que ni siquiera siente el dolor de esta nueva herida.
Hay cicatrices más profundas que aún supuran...
y ahora resulta que incluso estoy agradecido
al daño que en su día me causaron.

El sufrimiento se ha convertido en indiferencia,
y mi sangre se coagula en una costra helada.
Carecen de significado paciencia e impaciencia
ante el haber adquirido la completa certeza
de que mi pecho puede sangrar, pero ya no amar.

Si Dios ha decidido añadir injuria al tormento,
que se cumpla su voluntad.
Si ahora las canciones no son más que un lamento,
no importa.
Hace mucho tiempo que las dejé de escuchar.

La soledad y la muerte tienen cuerpo de mujer.
Parece que es hora de que las vuelva a cortejar
y olvide a las caricias y a los besos
que una vez
-ahora me parece mentira-,
que una vez llegué a desear.


Continuará

3 comentarios:

  1. La soledad es mala mujer, se va con cualquiera que desengañado de la vida vuelve la espalda a lo que ama de verdad. Pero no lo hace por otra cosa que no sea egoísmo, a quien requiere lo aisla de todo lo demás y lo toma solo para si. Es muy celosa y no aporta más que dolor y sufrimiento. Pero por encima de todo, la soledad conduce al vacío, que puede ser placentero cuando cualquier sentimiento hace daño, pero que a la larga nos conduce a dejar de ser todo aquello que nos hace humanos y buenas personas. O buenos demonios, en este caso.

    ResponderEliminar