La
madre de Rubén apoyó la cabeza en el hombro de su marido mientras
veían sin prestar atención un capítulo repetido de una serie
americana. Hoy casi no habían hablado siquiera. No habían hecho
nada importante. La ausencia era aún demasiado fuerte.
De repente, un avance de las noticias interrumpió el
episodio. El locutor comenzó a explicar algo sobre un tiroteo en un
centro comercial, sobre ataques de pánico, histeria colectiva,
disfraces de Halloween…
-¡Rubén! –gritaron ambos.
Las imágenes en blanco y negro de una cámara de
seguridad podían ser borrosas, pero para ellos dos no había
equivocación alguna.
Se trataba de su hijo. De Rubén.
Estaba vivo.
Lij
sintió temor. Su plan no había funcionado. Todo se había ido al
garete. El Espectro no había conseguido el alma pura de Isabel. Ella
no había burlado al demonio mayor, todo por culpa de esa entrometida
guardiana de pacotilla dorada.
Y
el demonio mayor seguro que ya era consciente de que alguien había
intentado interferir en sus planes.
-Naturalmente
que soy consciente –gruñó una horrible voz detrás suya.
Lij
no quiso darse la vuelta. Sabía perfectamente quién hablaba, y
también sabía que esta vez no podría escapar. La terrible
presencia continuó hablando.
-En
cierto modo te estoy agradecido por mostrarme lo volátil que es la
lealtad de mi pequeña mascota. Pero tú, con tu osadía y tu falta
de inteligencia, has estado a punto de evitar mi venganza contra el
demonio arrepentido llamado Canael. Todo por garantizarte un tiempo
de diversión, ¿no es así? Para mí será un placer el castigarte
con algo peor que el propio infierno.
Lij
quiso balbucear una excusa, una disculpa, algo… pero no le dio
tiempo.
Lij
gritó cuando su ser fue arrancado del infierno y encerrado en una
pequeña, opaca y oscura esfera. Lij gimió cuando su mente fue
alterada para que jamás perdiera la consciencia, para que jamás
perdiera la razón, para que jamás pudiera imaginar algo más allá
de donde pasaría el resto de su eterna existencia, para que jamás
su subconsciente pudiera hacerse cargo de su lobotomizada mente. Para
que jamás pudiera imaginar algo que no fuera su prisión, pensar en
algo que no fuera su prisión, abstraerse o distraerse de algo que no
fuera su prisión…
Para
que, por los siglos de los siglos, jamás pudiera dejar de aburrirse.
El
grito de Lij recorrió todos los rincones del infinito infierno.
Continuará
¿Como quedarse sin pilas haciendo zapping justo en intereconomía y no poder levantarte de la cama?
ResponderEliminarEso es sado, tío...
ResponderEliminar