miércoles, 12 de febrero de 2014

Pequeño Interludio 2: Poesía

Bebí demasiado anoche.

Me he levantado mareado
y con la falsa sensación etílica
de que estabas a mi lado.

La realidad me abofetea
y vuelve a hacerme entender
que es de soledad
el único rostro que,
somnoliento, podré ver.

Un único rayo de sol
golpea mis ojos atravesando la ventana.
Me ducho, me visto,
me espabilo de mala gana.

En ese momento me doy cuenta
de un papel sobre el monitor:
Una poesía que escribí anoche
(aunque fuera el alcohol quien la dictó).

Y recuerdo que estaba seguro, mientras la creaba,
que tal obra de arte sería, sin duda,
alabada de ser leída por Huidobro o por Neruda.

Una hora más tarde descifro los jeroglíficos
y consigo al fin leer:

"estoy bebiendo mucho pisco,
mañana me levantaré hecho cisco".

...

A veces me detesto a mí mismo.

Salgo de mi casa hacia el trabajo.
Da igual Madrid que Santiago...
no sé si esto es un vagón de metro
o uno de ganado.

Miro a la gente y me pregunto extrañado
si yo creía haberte olvidado...
¿por qué es justo tu nombre el que susurran mis labios?
(o el tuyo, debo reconocerlo;
o el tuyo, que me rompiste el corazón;
o el tuyo, que te lo rompí yo).

Y mi jornada laboral comienza
-ventas, clientes, clientes, ventas-
tal y como tras la comida
un perro sin dueño callejea.

Así recorro todo Santiago
y, como de costumbre,
me despisto y tomo la calle que no era.

Quizás porque iba pensando en ti.
(y también en ti, debo reconocerlo;
y en ti, que me rompiste el corazón;
y en ti, que te lo rompí yo).

Bueno, que por lo que sea que fuera, me perdí.
Y ya no hay rascacielos.
Es un mal suburbio lo que tengo frente a mí.

Ay.

Bajo un sol demasiado hermoso,
agotado y sudoroso,
retomo el buen camino.

Entonces me corrijo...
El único buen camino
es el que me llevaría a estar junto a ti.
(o también junto a ti, debo reconocerlo;
o junto a ti, que me rompiste el corazón;
o junto a ti, que te lo rompí yo).

De acuerdo... retomo el camino no tan bueno.
Al menos concreté la venta
y no terminé otra vez en Chicureo.

Y mientras sigo caminando
sigo pensando en ti...

Y no quiero pensar en ti
(ni en ti, debo reconocerlo;
y tampoco en ti, que me rompiste el corazón;
ni en ti, que te lo rompí yo).

Desde Rancagua a Maipú,
desde Viña del Mar a Estación Central...
ahora me veo en una calle perdida
en el quinto coño
de Quinta Normal
esperando a un cliente que no está.

Y aunque no quiero,
agarro papel y lápiz
y comienzo a escribir.

Así nació esta balada
que ahora lo es todo,
mañana será nada.
Un intento inútil de aflojar en mi pecho
el espino de la alambrada
que suponer querer abrazarte
y no poder hacerlo.

Y el sol del verano en febrero
se ríe
y escribe en el sudor de mi espalda
"por favor, pasaporte".
Sol reculiao, eso es broma pesada.

En venganza me alegraré
cuando llegue hoy el atardecer...
Y entonces volveré a mi departamento,
y veré como se vuelve naranja el cielo,
acompañado de cerveza y de una empanada
hasta que la noche me lleve a la cama
y, sin darme cuenta, me quede dormido
escuchando malas canciones de España.

Sabiendo que, aunque no quiera,
volveré a soñar contigo...
(o contigo, debo reconocerlo;
o contigo, que me rompiste el corazón;
o contigo, que te lo rompí yo).

Hasta la siguiente mañana...

sábado, 11 de enero de 2014

Pequeño interludio: Poesía

Como tantas otras noches
me encuentro caminando en la madrugada.

Aún no sé si esta luna dorada
es esa misma luna a quien escribía poesías
en una tierra ahora tan lejana.

En esta noche
la ciudad me escupe su inmundicia
y el cielo se oscurece hasta más allá del negro.

Y yo quisiera correr, correr cada vez más rápido y más lejos,
correr hasta un lugar donde no alcancen los remordimientos.

En vez de eso, sigo caminando.

Sigo pisando esta biliosa nocturnidad urbana.
Y en el rincón más oscuro de un callejón solitario,
a salvo de toda mirada...
me permito temblar.

Cuatro grandes perros,
todos de color negro, todos sin dueño,
custodian mi debilidad.

Tenso los músculos, cierro los puños
y nuevamente recuento cada una de mis cicatrices.
Como siempre, no son tantas
como las más profundas,
las que marcan mi alma.

Uno de los perros aúlla.

Yo quiero saber porqué aún no me has olvidado,
si hasta yo me olvidé de mí.

En una prueba de fe,
desgarro mi pecho y coloco ante mis ojos mi corazón.

Y ante mis testigos,
estos cuatro grandes perros sin dueño,
certifico
que aunque tú vuelvas,
mi corazón ya no late.

Y la araña de rincón
que en su momento anidó
en mi ventrículo derecho
me mira con lástima.

Odio cuando sus seis ojos
me miran así.

En ese momento escucho la voz de la mujer a quien amé:
"no luches más, ríndete".
Escucho tantas voces de amigos que abandoné:
"no luches más, ríndete".
Escucho la letra de la canción que silencié...
"no luches más, ríndete".

No puedo. No puedo rendirme. No sé como hacerlo...
No lo sé.
Entre lágrimas levanto la cabeza
y sigo caminando,
hacia delante.

Quizás,
sólo por joder.

La persona que yo era ayer
rompe mi boca con su puño.
Él también cree que lo traicioné.
Pero, ¿tanta culpa tengo por ser
lo que hoy soy?

Creo que no.
Pero los pecados del pasado
ni están de acuerdo
ni quieren aceptarlo,
ni me impiden olvidarlo...

Y me preguntan:
¿De qué sirvo si mis manos no crean?
¿De qué sirvo si mi alma no ama?

Y mis venas secas me imploran:
"ama, haz que la sangre vuelva a darnos vida".

Pero ya no sé como hacerlo.

Y mis venas se gangrenan
y caen muertas al sucio suelo
del este oscuro rincón en un solitario callejón de la extraña ciudad.

Pero no me importa.
Ya nada importa.
Sólo me importa el seguir adelante, aunque sea por inercia.

Sigo adelante.

Y quizás, sólo quizás,
la vida tenga piedad al final...
Y mi caminar no termine, simplemente,
en un anodino "continuará..."

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Estoy de Vuelta 89

En ese preciso instante, en el museo de ciencias naturales, en una tranquila sección del edificio dedicada a la biología, un entrañable matrimonio de ancianitos observaba una pareja de ardillas disecadas.

-Mira, cariño, mira… parece como si estuvieran vivas y todo…

De repente, un guardia de seguridad apareció corriendo y gritando entre grandes aspavientos, armando un considerable alboroto:

-¡Socorro! ¡Socorro! ¡Los fósiles se mueven!

-¡Fósil lo será la zorra de tu madre, cabrón! –gritó el marido ancianito mientras le dedicaba un corte de mangas al guardia de seguridad. Luego se volvió a su mujer- ¡Qué grosero y maleducado! ¿Qué me estabas diciendo, cariño?

-Amor mío –respondió la esposa ancianita, con un nudo en la garganta-, te decía que estas ardillas disecadas parece que estuvieran vivas y todo…

Y “las dos ardillas disecadas que parecían estar vivas y todo” saltaron encima del rostro de los entrañables ancianitos y les comieron la nariz.

Nota del autor: El autor pasa completamente de describir todas las macabras situaciones que se vivieron en el museo de ciencias naturales a raíz de la maldición de Canael. Si realmente quieren saber la que organizó el esqueleto de brontosaurio, pueden remitirse al capítulo 8º de la novela titulada Guerra de Pavos donde el protagonista conoce a su futura suegra.

Postdata: El museo antropológico se encontraba también dentro del radio de acción de la maldición del demonio arrepentido Canael.

-Efectivamente. Están en el museo –informó Harry anonadado. 

Los Cazadores e Investigadores de lo Paranormal y lo Oculto Taumatúrgicamente Eficientes acababan de aparcar su furgoneta al lado del museo de ciencias naturales. La gente huía aterrorizada del recinto, algunos de ellos con ardillas disecadas prendidas de sus ropas o perseguidos por algún esqueleto de lince ibérico.

La cola del esqueleto de un brontosaurio se asomó al exterior desde una ventana, rompiendo el cristal.

-¡Moveos! –gritó Jingjing, saliendo de la furgoneta, desenvainando sus katanas y corriendo hacia la entrada-. ¡Es la oportunidad de nuestras vidas!

Harry, algo reluctante, echó a correr detrás de ella. El pater le siguió santiguándose a la carrera. Manolo y Sebas se miraron asombrados.

-¡Qué pasada! –gritó Sebas.

Y ambos echaron a correr también.

Los cazadores entraron en el caos. Un pez sierra disecado se agitaba convulsamente en la pared a la que estaba fijado. La calavera de un tiranosaurio botaba persiguiendo un fósil de ammonites que rodaba girando sobre sí mismo. Un vigilante de seguridad intentaba desembarazarse de un lobo marsupial que le tenía agarrado de los pantalones. Un guía del museo escapaba aterrado de una cohorte de buitres disecados que querían picotearle la lengua.

-¡Avanzad! –gritó Jingjing.

E hizo girar sus katanas.

Rubén, aterrado, había logrado arrastrar a Isabel hasta un rincón de la sala, fuera del alcance del Espectro, aprovechando que la atención de su enemigo estaba centrada en Canael. Pero no sabía qué más podría hacer.

Tras un intenso forcejeo, el Espectro lanzó por los aires al demonio, el cual se estrelló dolorosamente contra una vitrina de minerales. El oscuro ser siseó, comprobando que las garras de Canael habían arañado su impía carne. Mas sólo eran heridas leves.

-“¡Debemos hacer algo!
¡O ese cabrón oscuro
nos estampará contra un muro
y hará de nuestro amigo caldo!

-¡Hasta Poeta está bajo tensión! –protestó Fito interponiéndose entre el Espectro y el caído Canael-. ¡Sus rimas son aún peor de lo acostumbrado!
-¡Fito! –gritó Cosme-. Si eso ha podido con Sheila y Canael, ¡tú no tienes ninguna oportunidad!
-Es cierto –susurró la tenebrosa voz del Espectro-. Nada tengo contra ti. Apártate. Sólo quiero a tu amigo el demonio.
-¡Por encima de mi cadáver! –contestó Fito.
-¡Eres un cadáver! –le recordó Cosme.
-¡Entonces, poco puedo perder! –replicó el esqueleto.

Continuará

martes, 29 de octubre de 2013

Estoy de Vuelta 88

Sin embargo, un deslumbrante fulgor dorado hizo detenerse a la masa de oscuridad. Pero Felisa sólo fue capaz de detener momentáneamente al monstruo ahora conocido como Espectro.

Isabel quiso gritar, desterrar de su mente esas alucinaciones. Pero no pudo.
Alguien gritaba su nombre.

Se volvió sólo para ver a Rubén entrando a la carrera, acompañado de lo que parecía un ejército del submundo.

-Mi sueño… -murmuró Isabel.

Y cayó inconsciente al suelo.

-¡Isabel! –gritó Rubén llorando.

El joven llegó a su lado, se arrodilló y abrazó su cuerpo inmóvil.

-Isabel…

Ni siquiera se percató de Canael, lanzándose con furia irracional contra su enemigo.

-Isabel…

El demonio aulló de dolor cuando la oscuridad intentó envolverle.

-Tú o ella –murmuró con regocijo el Espectro-. Realmente, ¿qué más da?

Canael rugió de ira y su cuerpo pareció crecer, intentando escapar de la asfixia en esa oscura perdición. No podía. No era capaz de hacerlo.

Sheila llegó a su lado y abrazó al demonio, intentando separarle de la oscuridad. El tacto helado de Sheila llegó hasta el pecho del demonio. La oscuridad del Espectro no pudo romper la fría coraza que ahora protegía el corazón de Canael.

-¡No quiero perderte! –gritó Sheila, clavando sus ojos en Canael-. Te… ¡te quiero!

Frustrado, impaciente por acabar de una vez con su hambre, los tentáculos oscuros del Espectro se clavaron en el insustancial cuerpo de Sheila. Sus fantasmagóricos ojos, por primera vez, mostraron el dolor. Y Sheila se derrumbó en el suelo, aterida de frío, al borde de la no existencia. Los oscuros tentáculos del Espectro volvieron a alzarse. 

-¡No! –los brazos de Canael se alzaron sangrantes, rompiendo la presa del 
Espectro-. ¡No le harás daño! ¡No le harás daño a nadie más! ¡Maldito seas! ¡MALDITO SEAS!

-¡Arcángel Doradiel! ¡Arcángel Doradiel! –chilló el querubín. 

El Arcángel Doradiel le miró con los ojos inyectados en sangre. Una botella de tequila vacía llegó rodando, como una etílica blasfemia, hasta el querubín.

-¿Arcángel Doradiel? –preguntó el querubín.
-Dime qué coño pasa ahora –respondió en arcángel, con voz quejumbrosa.
-Eh… esto… está… ¿está usted realmente borracho, Arcángel Doradiel?
-Sí.
-Pero…
-¿Qué?
-El demonio arrepentido Canael y el Espectro se están enfrentando en este mismo momento, señor.
-Pues apuesta quinientos pavos por el Espectro.
-¿Cómo?
-Así, da igual quien gane. Nosotros también ganamos.
-Arcángel Doradiel… el demonio arrepentido Canael ha maldecido al Espectro, señor.
-¿Y qué? A mí también me gustaría maldecir a ese hijo de puta, a la puta que lo parió, a sus putos hijos, a su puto perro y a todos sus putos ancestros. ¿Qué pasa con eso?
-Na… nada, señor. Nada, si es usted quien maldice, claro… pero… pero recuerde lo que ocurre cuando un demonio maldice con fuerza…
-Que los muertos se alzan y abandonan sus tumbas. Vamos, como si necesitáramos aún más muertos correteando por ahí –respondió Doradiel con un bufido-. ¿Y qué pasa? ¿Hay algún cementerio cerca?
-No, señor.
-Entonces, ¿qué problema hay?
-Que están luchando en el museo de ciencias naturales.
-No me jodas…

Continuará

miércoles, 3 de julio de 2013

Estoy de Vuelta 87

-No sabía que podías teletransportar objetos –musitó asombrado Rubén.
-No puedo –respondió Canael-. Pero un demonio arrepentido puede compensar siempre sus pecados menores. Devolví lo que había robado. Nada más.

El viaje al museo de ciencias naturales pareció tardar horas, a pesar de que llegaron allí mucho antes de lo que sería recomendable en cuanto a seguridad vial se refiere. Se detuvieron frente al jardín que rodeaba el museo y abandonaron el coche a la carrera. Las gabardinas robadas que Fito y Poeta aún vestían ondeaban al viento, dejando ver el óseo espectáculo interior.

-¡Deberíamos disimular un poco! –gritó Cosme desde los brazos de Rubén.
-¡No hay tiempo! –rugió Canael, atravesando al vuelo la entrada principal del museo, ignorando el desconcierto y el horror tanto de los guardias de seguridad como de los, a esa hora, escasos visitantes y turistas.

Isabel se detuvo para poder observar una cuidada exposición de minerales. El esqueleto de un brontosaurio descansaba encima de su cabeza. Dos ardillas disecadas la miraban como con curiosidad desde el otro extremo de la sala.

Cada brillo de amatista, de ágata, de olivino, de calcedonia, de pirita o de glaucofana no hacían más que recordarle el brillo de la sonrisa, de los ojos, del cabello de Rubén…

Isabel suspiró. Creyó que era a causa de sus propias lágrimas, pero dio la impresión de que los minerales se oscurecían poco a poco… fue demasiado tarde para huir cuando se percató de que algo horrible se materializaba delante de ella.

Una masa de oscuridad viva y hambrienta.


-Por fin –sintió Isabel que algo aullaba en su cabeza-. Por fin.

Continuará

miércoles, 26 de junio de 2013

Estoy de Vuelta (tras demasiado tiempo) 86


Estaba vivo. Rubén estaba vivo. Estaban seguros. Habían intentado explicárselo a la policía, a sus familiares… pero nadie creyó a los padres de Rubén. Todo el mundo fue amable, sin embargo. Les dijeron palabras de consuelo, les intentaron convencer de que realmente no habían visto a su hijo por televisión, gracias a una cámara de seguridad de un centro comercial en el que algo había pasado y nadie sabía qué. Que era absurdo. Que era imposible.

Se les acababan las opciones. Decidieron llamar al que había sido el mejor amigo de su hijo, al que había sido atropellado junto con Rubén…

El teléfono de Sebas comenzó a sonar con un pitido estridente.

-“Rubén Fijo llamando” –informó Canael.
-¡Son mis padres! –se alarmó Rubén-. ¡Oh, Dios! Pero… pero… ¿para qué llaman a Sebas?
-¿Quieres que lo coja? –preguntó Fito-. ¡Puedo decirles que no se preocupen, que resucitaste como Jesucristo y que los muertos vivientes que te acompañan son muy responsables!

El pitido estridente no parecía tener intención de parar.

-¿Qué hago? –gritó Rubén.
-El teléfono es de Sebas, ¿verdad? –dijo Canael-. Es mejor que se ocupe el propio Sebas. Nosotros no podemos perder tiempo. Tenemos que llegar al museo de ciencias naturales lo antes posible…

Y el teléfono móvil se desvaneció.

-¡Maldita sea! –gritó un apaleado Harry mientras le daba un puñetazo a la furgoneta-. ¡Les teníamos! ¡Les teníamos!

Manolo y Sebas observaban con curiosidad al inglés, a Jingjing y al Pater. Los tres estaban frustrados, doloridos y vencidos. Y a Harry además parecían haberle dado una paliza. Todos ellos seguían en el aparcamiento del centro comercial. La policía les creyó cuando dijeron que paseaban por ahí y de repente se desmayaron. Tomaron sus nombres y les dejaron ir. Total, otros testigos habían mencionado esqueletos andantes, demonios, tiroteos y abrigos que levitaban, así que…

De repente, pareció como si se abriera un pequeño agujero en el aire, al lado de Sebas. Como un pequeño agujero que conectara con otro espacio u otro tiempo. Harry cayó hacia atrás mientras el Pater imploraba al demonio que retrocediera.

Sin previo aviso, un estridente pitido sonó, y el teléfono móvil de Sebas apareció por el agujero, acompañado de las siguientes palabras de Canael:
“…no podemos perder tiempo. Tenemos que llegar al museo de ciencias naturales lo antes…”

-¡Es mi móvil! –se alegró Sebas mientras cogía su teléfono y atendía la llamada.
-¿Qué era eso? –preguntó anonadada Jingjing.
-¿Sí? –preguntó Sebas-. ¡Ah, hola! ¿Sí? ¡Sí, claro! ¡Claro que está vivo! ¡Estuve con él anoche!
-¿Tú no has escuchado algo del museo de ciencias naturales? –Harry frunció el ceño.
-¿Con quién hablas? –preguntó Jingjing a Sebas.
-¡Con los padres de mi amigo Rubén! –respondió el joven- ¡El que va con los muertos! ¡Sí, sí! ¡Algo he oído yo también del museo de ciencias naturales! ¿Qué? ¡No, no! ¡Hablaba contigo! ¿Cómo?
-Jingjing, estoy a punto de volverme loco –susurró el inglés.
-Yo también –respondió la oriental-. Vamos a ese museo. Ya.

Continuará


jueves, 2 de mayo de 2013

Estoy de Vuelta 85


-Nos ponemos en marcha. Vuelvo a sentir la energía del Espectro, y estoy seguro que él vuelve a seguir el aura de Isabel. Nos vamos –el demonio bajó la mirada antes de continuar hablando-. Amigos, ese monstruo, si consigue asesinar a Isabel o a cualquier otra persona con un alma pura y absorbe su esencia, se transformará en un ser capaz de traer demasiado dolor al mundo. Juro que detendré a esa criatura. Y si para conseguirlo debo pagar el precio más alto, sea cual sea, que así ocurra. No habrá una segunda oportunidad. La vez que nos encontremos será la definitiva.

-Y nosotros estamos contigo, Canael –asintió Cosme-. Hasta el fin.

Todos asintieron en silencio. Fito arrancó.

Desde direcciones opuestas, dos persecuciones se reanudaron. El Espectro, en pos de Isabel. Rubén, Cosme, Sheila, Fito, Canael y Poeta, en pos del Espectro.

Isabel, en ese momento, entró en el enorme edificio neoclásico que albergaba el museo de ciencias naturales de la capital. Después de comer en casa de su tía, le había pedido a su padre que la dejara sola un par de horas antes de volver a casa.

-No podía dejar de entrar aquí, Rubén –murmuró mientras trataba de no llorar-. ¿Recuerdas cuando te propuse que viniéramos juntos algún día? Ni siquiera sé si te gustaría pasar conmigo una velada en un museo o te parecería aburrido… nunca lo sabré. Pero tenía mucha ilusión por hacer tantas cosas contigo… ojalá pudiéramos haber venido juntos. ¿Estás ahora conmigo, Rubén? ¿Lo estás? ¿Lo estás?

-¡En el museo de ciencias naturales! –gritó Rubén.
-¡Joder! –chilló Fito quien, debido al susto, casi tuvo que pegar un volantazo-. ¡Ni siquiera tengo sistema nervioso! ¡Y me lo estais alterando!
-¿Qué es lo que has dicho, Rubén? –preguntó Canael.
-¡Isabel está en el museo de ciencias naturales!
-¿Cómo? ¿Cómo lo sabes? –preguntó Sheila.
-No… no lo sé –respondió Rubén-. Pero está allí. Estoy seguro de ello.
-Si tienes razón, ahora podemos tomar ventaja –dijo el demonio-. Aceleremos.

Continuará