La huida fue dolorosa para todos ellos. La mente de
Canael ardía al intentar comprender qué había ocurrido realmente
con el Espectro. La furia que crecía en su interior emanaba como si
fuera energía del interior de su ser, causando confusión y
aturdimiento en las desgraciadas personas con las que se cruzaba.
Afortunadamente para muchas de ellas, al recobrar la lucidez,
creerían haber sufrido un ligero mareo… y nada más.
Detrás, siguiendo su vuelo rasante, corrían Fito y
Poeta. Sus disfraces ya no ocultaban sus esqueléticos rasgos. Fito
apretaba contra su pecho, con cuidado casi maternal, cada uno de los
pedazos que habían compuesto el cráneo de Cosme.
Rubén forzaba al máximo los músculos de sus piernas
para mantenerse a su altura. Sentía pavor por la posibilidad de que
el Espectro hubiera alcanzado ya a Isabel. A su lado, flotaba Sheila.
En su fantasmal cabecita se repetía una y otra vez el enfrentamiento
contra el Pater y Jingjing, la herida de Canael, su temeraria
reacción…
Entraron a tropel en el coche. Comenzaban a oirse
sirenas. Fito arrancó. Nadie dijo nada durante varios minutos.
-¿Dónde vamos? –preguntó por fin Fito.
-Eres tú el que va conduciendo –respondieron los
pedazos de Cosme.
-Sí, estoy conduciendo, pero no tengo ni idea de donde
tenemos que ir. ¿Canael? –el demonio no respondió-. Joder…
-“Si quereis, puedo intentar algo cantar.
De esa manera, vuestras almas alegrar y…”
-Pulsa un único tendón de tu lira y tus dientes
acabarán enquistados en tu occipital, ¿comprendes? –amenazó
Fito.
De nuevo se hizo el silencio.
-Nos han engañado –susurró Canael.
-No me jodas –replicó Fito.
-No ha sido el Espectro. No han sido los cazadores –los
ojos del demonio ardieron en una luz rojiza.
-Ya no entiendo nada –dijo Sheila quedamente.
En ese momento, una luz dorada brilló dentro del
vehículo.
-He ganado algo de tiempo para vosotros –se escuchó
la voz de Felisa-. Isabel está a salvo. Teneis algo más de tiempo.
Aprovechad para tranquilizad vuestras mentes. Aceptad mi consejo
antes de continuar: recomponeos un poco…
-¡Y sigue el cachondeo! –interrumpió la voz de Cosme
mientras sus pedazos vibraban de frustración.
Rubén suspiró aliviado. Tenía ganas de echarse a
llorar.
Continuará...
Canael está tan enfurecido que parece un demonio el tío, ahí to enfurruñao y... estoooo...
ResponderEliminarAl menos no está cabreado porque le han puesto los cuernos...
ResponderEliminar¿Lo pillas? Demonios... cuernos...
Vale, lo sé, hora de tomarme la pastilla.
No sé yo si es un alivio nacer con los cuernos ya puestos... eso si, de fábrica también trae el rabo más grande que nadie, para compensar.
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