En
otro lugar, a las afueras de la capital, el Espectro gritó con furia
al abandonar el abrigo de las cloacas y exponer su tenebroso cuerpo
al sol. Isabel estaba allí, podía notarlo. Ya nada importaba, ni el
dolor ni el sufrimiento.
En cuanto…
La
confusión del Espectro casi rivalizaba con el dolor causado por la
luz que golpeaba su cuerpo. Allí no había persona alguna. Tan sólo
un callejón desierto en un viejo polígono industrial.
-La
chica… ¿está aquí? –se preguntó el Espectro mientras se
arrastraba lastimosamente hasta la sombra que proyectaba una de las
naves industriales.
-Obviamente,
no –respondió una voz femenina-. No está aquí.
El
Espectro tuvo que asomar su cabeza y volver a sufrir los luminosos
aguijonazos para descubrir quién había hablado. Se trataba de una
silueta dorada que, cruelmente para el Espectro, estaba flotando
justo delante del sol. Sólo mirarla le hacía sentir como si
ardiera.
-Me
llamo Felisa. No lamento decirte que te he engañado alterando la
energía de mi propio ser. Desde hace un buen rato, en vez de a
Isabel, has estado siguiéndome a mí. Tan sólo quería dejar las
cosas en empate.
Y
Felisa desapareció, dejando al Espectro con la única compañía de
su propio grito de frustración.
Continuará
Ayss las mujeres, como juegan con cualquier pobre diablo solo por gusto...
ResponderEliminarNo, no... el pobre diablo es Canael, te has equivocado de personaje...
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