En ese preciso instante, en el museo de ciencias naturales, en una tranquila sección del edificio dedicada a la biología, un entrañable matrimonio de ancianitos observaba una pareja de ardillas disecadas.
-Mira, cariño, mira… parece como si estuvieran vivas y todo…
De repente, un guardia de seguridad apareció corriendo y gritando entre grandes aspavientos, armando un considerable alboroto:
-¡Socorro! ¡Socorro! ¡Los fósiles se mueven!
-¡Fósil lo será la zorra de tu madre, cabrón! –gritó el marido ancianito mientras le dedicaba un corte de mangas al guardia de seguridad. Luego se volvió a su mujer- ¡Qué grosero y maleducado! ¿Qué me estabas diciendo, cariño?
-Amor mío –respondió la esposa ancianita, con un nudo en la garganta-, te decía que estas ardillas disecadas parece que estuvieran vivas y todo…
Y “las dos ardillas disecadas que parecían estar vivas y todo” saltaron encima del rostro de los entrañables ancianitos y les comieron la nariz.
Nota del autor: El autor pasa completamente de describir todas las macabras situaciones que se vivieron en el museo de ciencias naturales a raíz de la maldición de Canael. Si realmente quieren saber la que organizó el esqueleto de brontosaurio, pueden remitirse al capítulo 8º de la novela titulada Guerra de Pavos donde el protagonista conoce a su futura suegra.
Postdata: El museo antropológico se encontraba también dentro del radio de acción de la maldición del demonio arrepentido Canael.
-Efectivamente. Están en el museo –informó Harry anonadado.
Los Cazadores e Investigadores de lo Paranormal y lo Oculto Taumatúrgicamente Eficientes acababan de aparcar su furgoneta al lado del museo de ciencias naturales. La gente huía aterrorizada del recinto, algunos de ellos con ardillas disecadas prendidas de sus ropas o perseguidos por algún esqueleto de lince ibérico.
La cola del esqueleto de un brontosaurio se asomó al exterior desde una ventana, rompiendo el cristal.
-¡Moveos! –gritó Jingjing, saliendo de la furgoneta, desenvainando sus katanas y corriendo hacia la entrada-. ¡Es la oportunidad de nuestras vidas!
Harry, algo reluctante, echó a correr detrás de ella. El pater le siguió santiguándose a la carrera. Manolo y Sebas se miraron asombrados.
-¡Qué pasada! –gritó Sebas.
Y ambos echaron a correr también.
Los cazadores entraron en el caos. Un pez sierra disecado se agitaba convulsamente en la pared a la que estaba fijado. La calavera de un tiranosaurio botaba persiguiendo un fósil de ammonites que rodaba girando sobre sí mismo. Un vigilante de seguridad intentaba desembarazarse de un lobo marsupial que le tenía agarrado de los pantalones. Un guía del museo escapaba aterrado de una cohorte de buitres disecados que querían picotearle la lengua.
-¡Avanzad! –gritó Jingjing.
E hizo girar sus katanas.
Rubén, aterrado, había logrado arrastrar a Isabel hasta un rincón de la sala, fuera del alcance del Espectro, aprovechando que la atención de su enemigo estaba centrada en Canael. Pero no sabía qué más podría hacer.
Tras un intenso forcejeo, el Espectro lanzó por los aires al demonio, el cual se estrelló dolorosamente contra una vitrina de minerales. El oscuro ser siseó, comprobando que las garras de Canael habían arañado su impía carne. Mas sólo eran heridas leves.
-“¡Debemos hacer algo!
¡O ese cabrón oscuro
nos estampará contra un muro
y hará de nuestro amigo caldo!”
-¡Hasta Poeta está bajo tensión! –protestó Fito interponiéndose entre el Espectro y el caído Canael-. ¡Sus rimas son aún peor de lo acostumbrado!
-¡Fito! –gritó Cosme-. Si eso ha podido con Sheila y Canael, ¡tú no tienes ninguna oportunidad!
-Es cierto –susurró la tenebrosa voz del Espectro-. Nada tengo contra ti. Apártate. Sólo quiero a tu amigo el demonio.
-¡Por encima de mi cadáver! –contestó Fito.
-¡Eres un cadáver! –le recordó Cosme.
-¡Entonces, poco puedo perder! –replicó el esqueleto.
Continuará
miércoles, 13 de noviembre de 2013
martes, 29 de octubre de 2013
Estoy de Vuelta 88
Sin embargo, un deslumbrante fulgor dorado hizo detenerse a la masa de oscuridad. Pero Felisa sólo fue capaz de detener momentáneamente al monstruo ahora conocido como Espectro.
Isabel quiso gritar, desterrar de su mente esas alucinaciones. Pero no pudo.
Alguien gritaba su nombre.
Se volvió sólo para ver a Rubén entrando a la carrera, acompañado de lo que parecía un ejército del submundo.
-Mi sueño… -murmuró Isabel.
Y cayó inconsciente al suelo.
-¡Isabel! –gritó Rubén llorando.
El joven llegó a su lado, se arrodilló y abrazó su cuerpo inmóvil.
-Isabel…
Ni siquiera se percató de Canael, lanzándose con furia irracional contra su enemigo.
-Isabel…
El demonio aulló de dolor cuando la oscuridad intentó envolverle.
-Tú o ella –murmuró con regocijo el Espectro-. Realmente, ¿qué más da?
Canael rugió de ira y su cuerpo pareció crecer, intentando escapar de la asfixia en esa oscura perdición. No podía. No era capaz de hacerlo.
Sheila llegó a su lado y abrazó al demonio, intentando separarle de la oscuridad. El tacto helado de Sheila llegó hasta el pecho del demonio. La oscuridad del Espectro no pudo romper la fría coraza que ahora protegía el corazón de Canael.
-¡No quiero perderte! –gritó Sheila, clavando sus ojos en Canael-. Te… ¡te quiero!
Frustrado, impaciente por acabar de una vez con su hambre, los tentáculos oscuros del Espectro se clavaron en el insustancial cuerpo de Sheila. Sus fantasmagóricos ojos, por primera vez, mostraron el dolor. Y Sheila se derrumbó en el suelo, aterida de frío, al borde de la no existencia. Los oscuros tentáculos del Espectro volvieron a alzarse.
-¡No! –los brazos de Canael se alzaron sangrantes, rompiendo la presa del
Espectro-. ¡No le harás daño! ¡No le harás daño a nadie más! ¡Maldito seas! ¡MALDITO SEAS!
-¡Arcángel Doradiel! ¡Arcángel Doradiel! –chilló el querubín.
El Arcángel Doradiel le miró con los ojos inyectados en sangre. Una botella de tequila vacía llegó rodando, como una etílica blasfemia, hasta el querubín.
-¿Arcángel Doradiel? –preguntó el querubín.
-Dime qué coño pasa ahora –respondió en arcángel, con voz quejumbrosa.
-Eh… esto… está… ¿está usted realmente borracho, Arcángel Doradiel?
-Sí.
-Pero…
-¿Qué?
-El demonio arrepentido Canael y el Espectro se están enfrentando en este mismo momento, señor.
-Pues apuesta quinientos pavos por el Espectro.
-¿Cómo?
-Así, da igual quien gane. Nosotros también ganamos.
-Arcángel Doradiel… el demonio arrepentido Canael ha maldecido al Espectro, señor.
-¿Y qué? A mí también me gustaría maldecir a ese hijo de puta, a la puta que lo parió, a sus putos hijos, a su puto perro y a todos sus putos ancestros. ¿Qué pasa con eso?
-Na… nada, señor. Nada, si es usted quien maldice, claro… pero… pero recuerde lo que ocurre cuando un demonio maldice con fuerza…
-Que los muertos se alzan y abandonan sus tumbas. Vamos, como si necesitáramos aún más muertos correteando por ahí –respondió Doradiel con un bufido-. ¿Y qué pasa? ¿Hay algún cementerio cerca?
-No, señor.
-Entonces, ¿qué problema hay?
-Que están luchando en el museo de ciencias naturales.
-No me jodas…
Isabel quiso gritar, desterrar de su mente esas alucinaciones. Pero no pudo.
Alguien gritaba su nombre.
Se volvió sólo para ver a Rubén entrando a la carrera, acompañado de lo que parecía un ejército del submundo.
-Mi sueño… -murmuró Isabel.
Y cayó inconsciente al suelo.
-¡Isabel! –gritó Rubén llorando.
El joven llegó a su lado, se arrodilló y abrazó su cuerpo inmóvil.
-Isabel…
Ni siquiera se percató de Canael, lanzándose con furia irracional contra su enemigo.
-Isabel…
El demonio aulló de dolor cuando la oscuridad intentó envolverle.
-Tú o ella –murmuró con regocijo el Espectro-. Realmente, ¿qué más da?
Canael rugió de ira y su cuerpo pareció crecer, intentando escapar de la asfixia en esa oscura perdición. No podía. No era capaz de hacerlo.
Sheila llegó a su lado y abrazó al demonio, intentando separarle de la oscuridad. El tacto helado de Sheila llegó hasta el pecho del demonio. La oscuridad del Espectro no pudo romper la fría coraza que ahora protegía el corazón de Canael.
-¡No quiero perderte! –gritó Sheila, clavando sus ojos en Canael-. Te… ¡te quiero!
Frustrado, impaciente por acabar de una vez con su hambre, los tentáculos oscuros del Espectro se clavaron en el insustancial cuerpo de Sheila. Sus fantasmagóricos ojos, por primera vez, mostraron el dolor. Y Sheila se derrumbó en el suelo, aterida de frío, al borde de la no existencia. Los oscuros tentáculos del Espectro volvieron a alzarse.
-¡No! –los brazos de Canael se alzaron sangrantes, rompiendo la presa del
Espectro-. ¡No le harás daño! ¡No le harás daño a nadie más! ¡Maldito seas! ¡MALDITO SEAS!
-¡Arcángel Doradiel! ¡Arcángel Doradiel! –chilló el querubín.
El Arcángel Doradiel le miró con los ojos inyectados en sangre. Una botella de tequila vacía llegó rodando, como una etílica blasfemia, hasta el querubín.
-¿Arcángel Doradiel? –preguntó el querubín.
-Dime qué coño pasa ahora –respondió en arcángel, con voz quejumbrosa.
-Eh… esto… está… ¿está usted realmente borracho, Arcángel Doradiel?
-Sí.
-Pero…
-¿Qué?
-El demonio arrepentido Canael y el Espectro se están enfrentando en este mismo momento, señor.
-Pues apuesta quinientos pavos por el Espectro.
-¿Cómo?
-Así, da igual quien gane. Nosotros también ganamos.
-Arcángel Doradiel… el demonio arrepentido Canael ha maldecido al Espectro, señor.
-¿Y qué? A mí también me gustaría maldecir a ese hijo de puta, a la puta que lo parió, a sus putos hijos, a su puto perro y a todos sus putos ancestros. ¿Qué pasa con eso?
-Na… nada, señor. Nada, si es usted quien maldice, claro… pero… pero recuerde lo que ocurre cuando un demonio maldice con fuerza…
-Que los muertos se alzan y abandonan sus tumbas. Vamos, como si necesitáramos aún más muertos correteando por ahí –respondió Doradiel con un bufido-. ¿Y qué pasa? ¿Hay algún cementerio cerca?
-No, señor.
-Entonces, ¿qué problema hay?
-Que están luchando en el museo de ciencias naturales.
-No me jodas…
Continuará
miércoles, 3 de julio de 2013
Estoy de Vuelta 87
-No sabía que podías teletransportar objetos –musitó
asombrado Rubén.
-No puedo –respondió Canael-. Pero un demonio
arrepentido puede compensar siempre sus pecados menores. Devolví lo
que había robado. Nada más.
El viaje al museo de ciencias naturales pareció tardar
horas, a pesar de que llegaron allí mucho antes de lo que sería
recomendable en cuanto a seguridad vial se refiere. Se detuvieron
frente al jardín que rodeaba el museo y abandonaron el coche a la
carrera. Las gabardinas robadas que Fito y Poeta aún vestían
ondeaban al viento, dejando ver el óseo espectáculo interior.
-¡Deberíamos disimular un poco! –gritó Cosme desde
los brazos de Rubén.
-¡No hay tiempo! –rugió Canael, atravesando al vuelo
la entrada principal del museo, ignorando el desconcierto y el horror
tanto de los guardias de seguridad como de los, a esa hora, escasos
visitantes y turistas.
Isabel se detuvo para poder observar una cuidada
exposición de minerales. El esqueleto de un brontosaurio descansaba
encima de su cabeza. Dos ardillas disecadas la miraban como con
curiosidad desde el otro extremo de la sala.
Cada brillo de amatista, de ágata, de olivino, de
calcedonia, de pirita o de glaucofana no hacían más que recordarle
el brillo de la sonrisa, de los ojos, del cabello de Rubén…
Isabel suspiró. Creyó que era a causa de sus propias
lágrimas, pero dio la impresión de que los minerales se oscurecían
poco a poco… fue demasiado tarde para huir cuando se percató de
que algo horrible se materializaba delante de ella.
Una masa de oscuridad viva y hambrienta.
-Por fin –sintió Isabel que algo aullaba en su
cabeza-. Por fin.
Continuará
miércoles, 26 de junio de 2013
Estoy de Vuelta (tras demasiado tiempo) 86
Estaba vivo. Rubén estaba vivo. Estaban seguros. Habían intentado
explicárselo a la policía, a sus familiares… pero nadie creyó a
los padres de Rubén. Todo el mundo fue amable, sin embargo. Les
dijeron palabras de consuelo, les intentaron convencer de que
realmente no habían visto a su hijo por televisión, gracias a una
cámara de seguridad de un centro comercial en el que algo había
pasado y nadie sabía qué. Que era absurdo. Que era imposible.
Se
les acababan las opciones. Decidieron llamar al que había sido el
mejor amigo de su hijo, al que había sido atropellado junto con
Rubén…
El
teléfono de Sebas comenzó a sonar con un pitido estridente.
-“Rubén
Fijo llamando” –informó Canael.
-¡Son
mis padres! –se alarmó Rubén-. ¡Oh, Dios! Pero… pero… ¿para
qué llaman a Sebas?
-¿Quieres
que lo coja? –preguntó Fito-. ¡Puedo decirles que no se
preocupen, que resucitaste como Jesucristo y que los muertos
vivientes que te acompañan son muy responsables!
El
pitido estridente no parecía tener intención de parar.
-¿Qué
hago? –gritó Rubén.
-El
teléfono es de Sebas, ¿verdad? –dijo Canael-. Es mejor que se
ocupe el propio Sebas. Nosotros no podemos perder tiempo. Tenemos que
llegar al museo de ciencias naturales lo antes posible…
Y
el teléfono móvil se desvaneció.
-¡Maldita
sea! –gritó un apaleado Harry mientras le daba un puñetazo a la
furgoneta-. ¡Les teníamos! ¡Les teníamos!
Manolo
y Sebas observaban con curiosidad al inglés, a Jingjing y al Pater.
Los tres estaban frustrados, doloridos y vencidos. Y a Harry además
parecían haberle dado una paliza. Todos ellos seguían en el
aparcamiento del centro comercial. La policía les creyó cuando
dijeron que paseaban por ahí y de repente se desmayaron. Tomaron sus
nombres y les dejaron ir. Total, otros testigos habían mencionado
esqueletos andantes, demonios, tiroteos y abrigos que levitaban, así
que…
De
repente, pareció como si se abriera un pequeño agujero en el aire,
al lado de Sebas. Como un pequeño agujero que conectara con otro
espacio u otro tiempo. Harry cayó hacia atrás mientras el Pater
imploraba al demonio que retrocediera.
Sin
previo aviso, un estridente pitido sonó, y el teléfono móvil de
Sebas apareció por el agujero, acompañado de las siguientes
palabras de Canael:
“…no podemos perder tiempo. Tenemos que llegar al
museo de ciencias naturales lo antes…”
-¡Es mi móvil! –se alegró Sebas mientras cogía su
teléfono y atendía la llamada.
-¿Qué era eso? –preguntó anonadada Jingjing.
-¿Sí? –preguntó Sebas-. ¡Ah, hola! ¿Sí? ¡Sí,
claro! ¡Claro que está vivo! ¡Estuve con él anoche!
-¿Tú no has escuchado algo del museo de ciencias
naturales? –Harry frunció el ceño.
-¿Con quién hablas? –preguntó Jingjing a Sebas.
-¡Con los padres de mi amigo Rubén! –respondió el
joven- ¡El que va con los muertos! ¡Sí, sí! ¡Algo he oído yo
también del museo de ciencias naturales! ¿Qué? ¡No, no! ¡Hablaba
contigo! ¿Cómo?
-Jingjing, estoy a punto de volverme loco –susurró el
inglés.
-Yo también –respondió la oriental-. Vamos a ese
museo. Ya.
Continuará
jueves, 2 de mayo de 2013
Estoy de Vuelta 85
-Nos
ponemos en marcha. Vuelvo a sentir la energía del Espectro, y estoy
seguro que él vuelve a seguir el aura de Isabel. Nos vamos –el
demonio bajó la mirada antes de continuar hablando-. Amigos, ese
monstruo, si consigue asesinar a Isabel o a cualquier otra persona
con un alma pura y absorbe su esencia, se transformará en un ser
capaz de traer demasiado dolor al mundo. Juro que detendré a esa
criatura. Y si para conseguirlo debo pagar el precio más alto, sea
cual sea, que así ocurra. No habrá una segunda oportunidad. La vez
que nos encontremos será la definitiva.
-Y
nosotros estamos contigo, Canael –asintió Cosme-. Hasta el fin.
Todos
asintieron en silencio. Fito arrancó.
Desde
direcciones opuestas, dos persecuciones se reanudaron. El Espectro,
en pos de Isabel. Rubén, Cosme, Sheila, Fito, Canael y Poeta, en pos
del Espectro.
Isabel,
en ese momento, entró en el enorme edificio neoclásico que
albergaba el museo de ciencias naturales de la capital. Después de
comer en casa de su tía, le había pedido a su padre que la dejara
sola un par de horas antes de volver a casa.
-No
podía dejar de entrar aquí, Rubén –murmuró mientras trataba de
no llorar-. ¿Recuerdas cuando te propuse que viniéramos juntos
algún día? Ni siquiera sé si te gustaría pasar conmigo una velada
en un museo o te parecería aburrido… nunca lo sabré. Pero tenía
mucha ilusión por hacer tantas cosas contigo… ojalá pudiéramos
haber venido juntos. ¿Estás ahora conmigo, Rubén? ¿Lo estás? ¿Lo
estás?
-¡En
el museo de ciencias naturales! –gritó Rubén.
-¡Joder!
–chilló Fito quien, debido al susto, casi tuvo que pegar un
volantazo-. ¡Ni siquiera tengo sistema nervioso! ¡Y me lo estais
alterando!
-¿Qué
es lo que has dicho, Rubén? –preguntó Canael.
-¡Isabel
está en el museo de ciencias naturales!
-¿Cómo?
¿Cómo lo sabes? –preguntó Sheila.
-No…
no lo sé –respondió Rubén-. Pero está allí. Estoy seguro de
ello.
-Si
tienes razón, ahora podemos tomar ventaja –dijo el demonio-.
Aceleremos.
Continuará
martes, 23 de abril de 2013
Estoy de Vuelta 84
Isabel estaba tumbada en la cama. No sabía aún si
comería en casa de su tía o volvería a la suya. No sabía nada, ni
le importaba. Tan sólo emborronaba papel y más papel. De vez en
cuando, una lágrima surcaba su mejilla, hasta caer y fundirse con la
tinta…
Él era mi vida. Ahora
que no está, quiero creer que él sigue vivo en otro lugar, en otro
país, en otro universo fuera de mi alcance. Me siento como si él
siguiera vivo en algún sitio y fuera yo quien realmente ha muerto.
No quiero entender que nunca volveré a ver sus
ojos. Que jamás volverá a acariciarme con sus manos. Que nunca me
desnudaré frente a él para entregarme a alguien por primera vez.
Que nuestra historia ha quedado inacabada.
Amigas. Exámenes. Familia. Futuro. Rubén. Rubén…
todo estaba vinculado a él. Todo estaba enlazado y era él el
centro, mi piedra angular. Ahora Rubén no está, y todo se derrumba.
Yo me derrumbo. Todo se convierte en una mentira, en la peor mentira
cuando él no está.
Muerdo mis nudillos hasta que sangran. No puedo
entender que tras tantos días llorando aún me queden lágrimas,
pero incluso cuando consigo dormir unos minutos, mis ojos se
desbordan.
Las noches son sólo una masa de oscuridad. El
pensamiento se vuelve cruel.
Sueño con él, está a mi lado. Está atado a mí.
No es cierto. Sí lo es. Quiero que sea cierto, pero lo sé en el
fondo. Rubén ya no está.
Estoy vacía. Nunca había entendido antes el
sentido de esa frase. De tener las manos vacías a tenerlo todo en un
instante… y luego te lo arrebatan todo y estoy más vacía que al
principio y...
Vacía. Agotada. Rubén…
Continuará
sábado, 13 de abril de 2013
Estoy de Vuelta 83
La
madre de Rubén apoyó la cabeza en el hombro de su marido mientras
veían sin prestar atención un capítulo repetido de una serie
americana. Hoy casi no habían hablado siquiera. No habían hecho
nada importante. La ausencia era aún demasiado fuerte.
De repente, un avance de las noticias interrumpió el
episodio. El locutor comenzó a explicar algo sobre un tiroteo en un
centro comercial, sobre ataques de pánico, histeria colectiva,
disfraces de Halloween…
-¡Rubén! –gritaron ambos.
Las imágenes en blanco y negro de una cámara de
seguridad podían ser borrosas, pero para ellos dos no había
equivocación alguna.
Se trataba de su hijo. De Rubén.
Estaba vivo.
Lij
sintió temor. Su plan no había funcionado. Todo se había ido al
garete. El Espectro no había conseguido el alma pura de Isabel. Ella
no había burlado al demonio mayor, todo por culpa de esa entrometida
guardiana de pacotilla dorada.
Y
el demonio mayor seguro que ya era consciente de que alguien había
intentado interferir en sus planes.
-Naturalmente
que soy consciente –gruñó una horrible voz detrás suya.
Lij
no quiso darse la vuelta. Sabía perfectamente quién hablaba, y
también sabía que esta vez no podría escapar. La terrible
presencia continuó hablando.
-En
cierto modo te estoy agradecido por mostrarme lo volátil que es la
lealtad de mi pequeña mascota. Pero tú, con tu osadía y tu falta
de inteligencia, has estado a punto de evitar mi venganza contra el
demonio arrepentido llamado Canael. Todo por garantizarte un tiempo
de diversión, ¿no es así? Para mí será un placer el castigarte
con algo peor que el propio infierno.
Lij
quiso balbucear una excusa, una disculpa, algo… pero no le dio
tiempo.
Lij
gritó cuando su ser fue arrancado del infierno y encerrado en una
pequeña, opaca y oscura esfera. Lij gimió cuando su mente fue
alterada para que jamás perdiera la consciencia, para que jamás
perdiera la razón, para que jamás pudiera imaginar algo más allá
de donde pasaría el resto de su eterna existencia, para que jamás
su subconsciente pudiera hacerse cargo de su lobotomizada mente. Para
que jamás pudiera imaginar algo que no fuera su prisión, pensar en
algo que no fuera su prisión, abstraerse o distraerse de algo que no
fuera su prisión…
Para
que, por los siglos de los siglos, jamás pudiera dejar de aburrirse.
El
grito de Lij recorrió todos los rincones del infinito infierno.
Continuará
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