Comenzaron hablando los sentimientos.
Y, señalándome, increparon a la razón:
"Muy bien, soso aburrido. Es el momento
de que sólo uno mande en su mente y su cuerpo,
porque no cabemos los dos en este elemento".
La razón respondió:
"Tienes razón, mi banal amigo.
Pero tú sólo miras tu ombligo
y no te preocupas del peligro.
Tu locura innata lleva al abismo
y yo soy la idónea elección
para controlar la situación".
Los sentimientos se encresparon:
"Anda, no toques los cojones.
Esa vida que tú propones
es vacía, estúpida y aburrida.
Y además, en la diaria rutina
no se nota tu influencia.
No, cuando este capullo
abre la boca y dice algo
diez segundos antes
de haberlo pensado.
Entonces, tú, ¿vales para algo?"
La razón replica:
"¿Lo tuyo no son los sentimientos?
Muy bien, de acuerdo,
empecemos a debatir por ello.
Tomemos por ejemplo
tu lista de futuribles enamoramientos:
Ésta es complicada.
Ésta contigo, nada de nada.
Ésta parece no querer verte.
Ésta es neurótica y demente.
Ésta... no me creo que esté en la lista.
Ésta sabemos que será siempre amiga.
Ésta tiene pololo...
A este paso, estará mejor solo".
Los sentimientos se encrespan:
"Eso es lo que a ti te gustaría
si tú hicieras de guía...
que se quedara solo.
Hay que jugar a nada o todo,
una vida insípida
y sin compañía
para evitar que te hagan daño
pero lamentando año tras año
no haberlo intentado...
a veces hay que dar un giro
de trescientos sesenta grados".
La razón se altera:
"Bobo sentimentaloide,
con trescientos sesenta grados
terminas viendo el mismo lado.
Eso es lo que tú predicas,
locura y caos completo
para al final, que nada haya cambiado.
Saltar al vacío riendo
y pegártela contra el suelo
sólo porque te gusta el riesgo".
Los sentimientos faltan el respeto:
"Sé sincero contigo, gilipollas.
En el ser de este hombre sobras
cuando ambos sabemos
que el loco sólo piensa con la..."
La razón explota:
"¡Suficiente! ¿Quién te crees que eres?
Sólo sabes rebatir
mediante el insulto.
Esa, tu actitud infantil,
es lo que nos mete en problemas
y, al final, tengo que ser yo
quien proponga multitud de ideas
para salir vivos de tus ocurrencias".
Los sentimientos lanzan el órdago:
"Sólo encuentro dos soluciones.
O nos damos de hostias
pero nada pasará al ser abstracciones,
o dejamos que el pavo elija".
La razón lo aprueba:
"Toda decisión conlleva
al ser tomada racionalidad.
Estoy de acuerdo,
eso es que a mí me elegirá"
Los dos se volvieron hacia mí,
pero yo estaba algo ocupado...
Comiendo chocolate granulado
que, por algún motivo extraño,
me provocaba estornudos.
Y como me habían comentado
que es imposible estornudar
sin tener los ojos cerrados,
ahí estaba yo demostrando
que conmigo se habían equivocado.
Los sentimientos dijeron en voz baja:
"Ahí está el anormal.
Se traga el chocolate,
estornuda con los ojos abiertos
y una vez más lo vuelve a intentar.
Eso no es algo sentimental".
La razón añadió con un hilo de voz:
"Pues tampoco eso es muy racional;
¿de verdad estamos peleando por esto?
Antes me dedico a vaciar el mar".
Y ese es el motivo
de que, cuando me preguntan
quien guía mi camino
-si los sentimientos o la razón-,
yo, sin poder evitarlo,
deba dar como contestación:
"Chocolate en general,
¡granulado en particular!"
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