El Cielo. El Paraíso. El Edén. Da igual como quieras
llamarlo. Existe. Pero, a pesar de su fama, no es perfecto del todo.
Hay veces que los ángeles y los arcángeles no terminan
de comprender los designios superiores.
-¡Arcángel Doradiel! ¡Arcángel Doradiel! -gritaba el
querubín mientras volaba lo más rápido que sus pequeñas alas le
permitían.
-¿Qué ocurre, pequeño? -preguntó el arcángel
mientras se incorporaba.
-El demonio en proceso de arrepentimiento llamado Canael
que guardaba el cementerio maldito número trescientos quince ha
abandonado su puesto en compañía de dos zombis, un fantasma, un
cadáver incorrupto y una calavera parlante.
Doradiel observó con detenimiento al querubín.
-Es algo sorprendente -musitó-. Un ángel en estado de
embriaguez. Verdaderamente sorprendente.
-No estoy borracho, arcángel Doradiel -contestó
conteniéndose el querubín, completamente rojo-. Puede comprobarlo
usted mismo.
El arcángel desplegó sus enormes alas mientras se
volvía para echar un vistazo a una pequeña ciudad del pequeño
planeta Tierra. E incluso las plumas de las alas se le pusieron de
punta.
-Lo veo y no lo creo... ¡el pequeño tenía razón!
Pero, ¿cómo ha podido Dios permitir tal aberración?
-¿Qué hacemos, arcángel Doradiel? -preguntó el
querubín-. Podríamos pedirle a algún ángel exterminador que se
ocupe de ellos…
-No, no… Eso sólo funciona contra los malvados y
contra algunos papas. Lo cual no sabemos si… Pequeño, lo primero,
comprobaremos la pureza de sus corazones -respondió Doradiel-. ¿Te
acuerdas de la anciana Felisa, que tantas buenas obras nos ha
dedicado?
-¿Esa buena mujer que sólo tenía miedo a morir sola?
-La misma -asintió el arcángel-. Ahora padece demencia
senil y estaba previsto que muriera esta misma noche. Sácala del
sucio asilo en el que se encuentra y procura que la encuentren.
-Sí, arcángel Doradiel.
-Una cosa más -pidió el arcángel, mientras observaba
con detenimiento a los seis fugados.
-¿Sí, arcángel Doradiel?
-Procura que la anciana Felisa tenga a mano una lata de
paté.
-¿Cómo dice, arcángel Doradiel?
-Haz lo que te digo.
Y el querubín se alejó volando, dejando a un arcángel
visiblemente pensativo y preocupado.
Nota
del autor: El autor
deniega toda responsabilidad ultraterrena. Sí es cierto, sin
embargo, que escenas tan esperpénticas como la anterior se producen
debido a que el cielo se está llenando de burócratas. El misterio
esta ahí, empero. ¿El Cielo se está llenando de burócratas porque
la mayoría de burócratas que se mueren van al Cielo? Si el fin
último de la burocracia es el de joder la existencia a los
desgraciados no burócratas que por los avatares del destino han de
enfrentarse a ella... ¿significa ésto que la burocracia ya no es
pecado? ¿No entendería Moisés mal los mandamientos? Porque si los
pensamientos impuros son pecado pero la burocracia no, es que el
mundo está mal hecho. Mal hecho a propósito, naturalmente, porque
si Dios es perfecto no puede hacer nada mal a no ser que lo haga a
propósito. Arcángeles sospechosamente burócratas, diez
mandamientos que necesitan de intermediarios entre el Cielo y la
tierra, hacer las cosas mal a propósito... ¿no será que Dios es un
burócrata? La respuesta sería no, porque es perfecto, pero... ¿y
si resulta que es un perfecto burócrata?
Mejor dejo estas chorradas, porque parezco ya un
enamorado, y seguimos con la historia…
Bueno, con un continuará...
Un burocata de paté...
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