sábado, 13 de octubre de 2012

Estoy de Vuelta 16

-¿Estáis cansados? -preguntó Canael cuando vislumbraron bastante más cercanas las luces de la ciudad-. Si queréis paramos y así podréis descansar.
-¿En paz? -preguntó con sorna Fito.
-Estoy hasta el tuétano de vuestros chistes malos -protestó Cosme.
-Los muertos no necesitamos descansar, Canael -le respondió Sheila-. Pero gracias por preocuparte.
-De nada -dijo el demonio-. Aunque parezca un contrasentido, es agradable volver a sentir preocupación... volver a sentir algo.
-Te entiendo -asintió Sheila con una sonrisa.

De repente, Canael se quedó quieto.

-¿Qué te ocurre, Canael? -preguntó Cosme.
-Huelo a muerte -contestó el demonio.
-Estupendo -rezongó la calavera-. Éste se ha olvidado de quienes le acompañan...
-¿Sabéis lo desagradables que son los gases de un muerto? -saltó Fito-. ¿Quién ha sido el guarro?
-Yo imposible -contestó Cosme.
-No me refiero a eso -negó con la cabeza el demonio-. Alguien va a morir.
-Pero si esta vez Poeta estaba callado... -masculló Fito.

Canael les ingnoró y desplegó sus alas. Alzó un vuelo lento y majestuoso, desviándose de la carretera. Los otros le siguieron a pie, hasta que le encontraron frente a una desvencijada chabola.

-Ahí dentro -señaló Canael a la chabola-. Alguien se muere ahí dentro.
-Sea lo que sea, no creo que le haga mucho bien el ver entrar una pandilla de muertos vivientes en su casa -recapacitó Cosme en voz alta-. Rubén, tú eres el que tiene una apariencia más normal...
-Voy a echar un vistazo -asintió el muchacho con rapidez.

Rubén entró en la chabola, pero salió a los pocos segundos.

-Podéis entrar sin miedo -les dijo a los otros-. Es una anciana, y está desvariando. Dudo mucho que reconozca lo que sois.
-¿Qué hará una anciana aquí? –se extrañó Cosme.
-Morirse, obviamente –respondió Fito-. Seguro que ha sido pobre durante toda su vida y esta chabola es lo mejor que ha tenido en muchos años…

Los seis entraron dentro de la chabola, donde cabían a duras penas. Dentro, había poco más que un viejo catre y una sucia anciana tendida en él, arropada con una apolillada manta, desvariando en murmullos.

-¿Niña? -repetía una y otra vez- ¿estás ahí, mi niña? ¿Estás ahí?
-No llegará a la mañana -observó Fito con un deje de tristeza.

Sheila se adelantó intangible hasta el lecho.
-Estoy aquí -dijo con ternura a la anciana-. Estoy aquí, tranquila.
-Niña... mi niña... ¿eres tú?
-Sí, soy yo...
-¡Dios bendito! -exclamó la anciana con alegría-. ¡Gracias a Dios bendito!
-¿La conoce? -preguntó en un susurro Fito.
-¡No seas burro! -le contestó en voz baja Cosme-. Sheila sólo está haciendo un acto de misericordia...
-¡Deja que te bese! -pidió la anciana-. ¡Deja que te bese!

Sheila miró con ojos suplicantes a Rubén, pues sabía que el roce de un fantasma es de un frío ultraterreno para los vivos. Éste, un poco azorado, asintió con la cabeza y acercó su mejilla a la boca de la anciana.

-Aquí estoy -dijo con una sonrisa Sheila-, ya puedes besarme...
-¡Ay, mi niña! -gritó la anciana mientras abrazaba y se comía a besos a Rubén-. ¡Ay, mi niña! ¡Qué contenta que estoy de verte! ¿Has traído al gatito?
-Claro que he traido al gatito... -respondió Sheila mientras miraba a los demás anhelante.
-Miau, miau... -comenzó a decir Cosme de mala gana.
-¡Si está el gatito! -se alegró la anciana-. Pero, ¿por qué no restriega su cabecita en mi pecho, como siempre hace?
-¡Claro, señora! -exclamó Fito-. ¡Aquí tiene al gatito!

Y Fito agarró a Cosme y comenzó a restregarlo por el pecho de la anciana mientras los demás le miraban aterrados.
-¡Ay, mi gatito! -reía la anciana mientras palpaba el cráneo de Cosme-. Estás un poco pelón, ¿no?
-Na, es que ha abusado de las conservas -respondió Fito ante las caras de circunstancias de los demás, al tiempo que seguía frotando una calavera totalmente roja contra el pecho de una anciana.
-¡Pero come, gatito, come! -decía la anciana mientras sacaba de debajo de la manta una lata medio llena de paté-. ¡Come, que te vuelva a crecer el pelo!

Y la anciana comenzó a meter trozos de paté por la cuenca ocular derecha de Cosme.
-Siga dándole señora, siga -la animaba Fito con evidente regocijo-. ¡Que el gatito dice que está muy bueno!
-Pues come gatito, come...

Cuando por fin se acabó la lata de paté y Rubén agarró al colorado Cosme para empezar a limpiarle, la anciana dijo con un suspiro:
-Tengo tanto frío...
Canael se acercó y levantó sus brazos. Una brisa de aire caliente envolvió el lecho.

-Descansa en paz, anciana -dijo.

Continuará

4 comentarios:

  1. pensaba que los gatos no salían del jamón (del bueno)...

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  2. Ni que cierta hermana mía te hablara de cierto gato mío...

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  3. Ah, no, ha sido hablando directamente con ónice. Es muy buen conversador...

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  4. Sí, ya te digo… las horas que son y el muy capullo sabe hacerse entender que lo flipasss... En estéreo, además… creo que Vicky se queda sin mascota xD

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