El esqueletal Fito escarbó durante unos segundos en el suelo de un jardincillo, cerca de las raíces de un ciprés. Realizó un hoyo considerable, aunque estrecho, y metió su delgaducho y óseo brazo en él. Cuando lo sacó, sujetaba en su esquelética mano una calavera carcomida y de apariencia antiquísima a la cual le faltaba la mandíbula inferior.
-Te presento a Cosme -dijo Fito-. Sólo quedó su cabeza cuando un par de médicos terminaron de hacer prácticas con su cadáver. Ni siquiera tiene propiedad particular y rueda de aquí a allá por el cementerio.
Rubén observó con un escalofrío como dos diminutas ascuas de color rojo se encendían en el fondo de las cuencas oculares de la calavera.
Fito clavó una rama fuerte en el suelo y sobre ella colocó a Cosme.
-¿Te has dado cuenta, Cosme? -preguntó Fito-. Dos semanas y dos días enterrado y sigue como el primer día. ¿No es extraordinario?
El brillo de las vacías cuencas de Cosme se intensificó a la vez que se escuchaba una voz grave que parecía provenir de todas partes:
-Es una señal, Fito. Una señal de que quizás por fin podamos descansar en paz.
-Lo mismo dijiste la otra noche cuando esa pareja vino acá para hacer el amor -negó irónico Fito-. Y lo más extraordinario que pasó fue que levitaron las tapas de las tumbas de aquellos muertos a los que aún no se les han descompuesto los genitales.
-A mí no se me levanta... -intervino Rubén con un hilo de voz.
-Será por el estrés -contestó Fito sin darle la mayor importancia-. Seguro que ya has pensado en eso para comprobar si estás vivo... todos lo hacemos. Del cogito ergo sum cartesiano hemos degenerado en el empalmito ergo sum freudiano.
-Por favor, Fito, escúchame -pidió la calavera llamada Cosme con un leve tono de desesperación-, si hubiera una mínima posibilidad de terminar con esta forma de semivida, ¿por qué no intentarlo? Durante lustros, lo único que hemos hecho ha sido pudrirnos en nuestros nichos de día y vagabundear por el cementerio de noche... ¡por el amor de Dios! Para entretenerme memoricé la ubicación de cada tumba, después cada epitafio y ahora estoy contando las putas hojas de cinco cipreses. Escúchame, Fito... aunque no valga para nada, prefiero crearme falsas esperanzas antes que pasar otra noche en este infierno.
Continuará
murray?
ResponderEliminarNah. Cosme tiene más personalidad, canta peor y pesa unos 200 gramos menos.
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