-¿Sebas? -preguntó Rubén mientras se arrodillaba al
lado de su amigo.
-Tiene una merluza de campeonato -comentó Fito.
Sheila, Canael y Poeta se acercaron hasta los otros
tres.
-“Amigos míos, mucho me apena su condición,
mas creo que el llamado Sebas nos ha hecho un gran
favor.”
-¿Qué quieres decir, Poeta? -preguntó Cosme.
Poeta, con una sonrisa, señaló el viejo coche de
Sebas.
-¿Estás diciendo que vayamos a la ciudad en coche?
-preguntó extrañado Fito.
-No es mala idea -opinó Canael-. Llamaríamos menos la
atención que a pie.
-¿Y qué hacemos con él? -preguntó Rubén señalando
a Sebas.
Tras meter al dormido Sebas en el maletero (dentro había
tantas cosas que, para que Sebas cupiera, hubieron de meter la caja
de herramientas dentro del coche y deshacerse de dos sacos de dormir,
tres balones de fútbol y una muñeca hinchable a medio hinflar)
Cosme planteó la pregunta obligada:
-¿Quién conduce? Espero que no sea el único aquí que
sabe conducir un vehículo, porque entonces sí que estaríamos en
problemas...
-Yo lo haré, si queréis -se ofreció Fito.
Así, Fito se sentó al volante, con Poeta de copiloto.
Atrás se acomodaron Sheila, Rubén con Cosme en brazos y Canael,
quien tuvo que plegar cuidadosamente sus alas para poder caber.
-Lo siento -dijo el demonio mientras intentaba no
golpear con sus alas a sus compañeros.
-No te preocupes -le sonrió Sheila.
-¿No eres intangible? -le preguntó Rubén a su amiga
fantasma- ¿Cómo te mantendrás dentro del vehículo?
-Normalmente sí -respondió Sheila-, pero si me
concentro puedo hacerme parcialmente sólida... supongo que así
consiguen realizar los fantasmas sus “fenómenos paranormales”...
-Oh.
-¡Agarraos los huesos, muchachos! -gritó Fito-
¡Despegamos!
La verdad es que, pese a la falta de práctica, Fito
conducía bastante bien. Además, Sebas había hecho un buen trabajo
al no lavar el coche durante meses. Los cristales de las ventanillas
estaban tan sucios que, desde fuera, nadie podría percibir que los
viajeros eran seis aterradores seres.
Acababan de dejar atrás la solitaria carretera y
entraban en el primer barrio residencial de la ciudad. Las calles
estaban desiertas y Poeta, Fito, Cosme y Sheila observaban todo
detalle, especialmente ésta última, asombrada por cuánto habían
cambiado las cosas desde que ella murió.
-¿Dónde vive tu chica, Rubén? -preguntó Fito.
-En el otro extremo de la ciudad -respondió Rubén.
-Vamos para allá.
Felisa sonrió encantada. ¡Había logrado motorizar a
sus amigos! Estaba deseando que Rubén pudiera encontrarse con su
novia, creía que no era justo para los dos jóvenes el haberse
separado de esa manera tan trágica. Merecían al menos despedirse.
Al menos, ella lo habría preferido. Por un momento, Felisa se
sintió melancólica. Aunque la alegría volvió de repente a su
corazón. Ya puestos... ¿por qué no conocer a la tal Isabel?
¡Quizás también pudiera hacer algo por ella!
Y, entusiasmada, comenzó a volar sobre el cielo
nocturno.
Continuará
¿Felisa? debería llamarse Celestina...
ResponderEliminar(aunque bien pensado, Celestina igual es marca registrada, que con lo que tardan en caducar los derechos de autor últimamente y habiendo familiares vivos que los ejerzan y estando la crisis como está...)
En otras palabras, que cobraré copyright por esta novela cuando me muera… ¿es así?
ResponderEliminarEsperemos que cobres algo antes de eso. Que a tus churumbeles les dará un poco igual, tendrán que trabajárselo más pero te sisarán la paga igual, pero supongo que a ti no...
ResponderEliminarO sea, que no cobro y mis churumbeles me sisan la paga que no tengo… voy a poner a mis churumbeles en venta, por listus…
ResponderEliminaray payo, eso no te da ni pal alquiler de la frugoneta
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