El viejo vehículo de Sebas se detuvo ante un semáforo
en rojo.
-¿Por qué paras? -preguntó Cosme-. Es de noche, no
hay nadie en la calle. Puedes saltártelo.
-¡Por favor, Cosme! -se indignó Fito-. ¡No sabía que
eras un temerario al volante! ¿Es que quieres que nos pare la
policía?
-¿La policía? -Cosme fingió sorprenderse-. La policía
debe estar durmiendo a estas horas...
-¿Por dónde vamos a la casa de tu chavala, Rubén?
-preguntó Fito-. El saber que vive en el otro extremo de la ciudad
no ayuda mucho.
-La verdad es que estoy un poco desorientado -reconoció
el joven-. La ciudad siempre me ha parecido igual de noche...
-No te preocupes -le sonrió Sheila-. Si es necesario
daremos un par de vueltas.
El semáforo se puso en verde y Fito pisó el
acelerador.
Nada más hacerlo, se escuchó una sirena tras ellos.
-¡La policía! -exclamó Fito.
-Pero si no nos hemos saltado el semáforo -comentó
Cosme-. ¿Qué les pasa a éstos?
-A ver si podemos desembarazarnos de ellos sin que se
percaten de qué somos... -suspiró Fito mientras frenaba.
El vehículo de la policía se detuvo a su lado. Fito
bajó un poquito la ventanilla, sólo lo suficiente para que el
policía que se acercaba le oyera preguntar:
-¿Qué sucede, agente?
-Llevas puestas las luces largas -respondió el agente
en tono cordial-. Pero el problema es que este es un vehículo
viejo... y no veo las pegatinas de la revisión técnica obligatoria
por ninguna parte...
-Verá, agente -empezó Fito-, el problema es...
-¡Eh! ¿Whola? ¡Eh! ¡Socorro! -gritó en ese momento
una voz desde el maletero-. ¿En qué tripa estoy?
El policía miró atónito el maletero mientras los seis
extraños amigos quedaban paralizados.
-¿Llevas a alguien en el maletero? -preguntó el
policía sin terminárselo de creer.
-¡Oh, no! -respondió Fito rápidamente-. ¡Es nuestro
perro! Es que es muy inteligente... Una larga historia, ¿sabe?
-Baje ahora mismo del vehículo -ordenó el agente con
un tono frío.
En ese mismo momento, una furgoneta se detuvo a unos
metros. El conductor, un tipo gordinflón y sonriente se asomó por
la ventanilla.
-¡Disculpen! -les dijo- ¿Saben por dónde queda la
calle del Cristo de la Buena Muerte?
Ante el asombro de todos los presentes, Poeta abrió su
puerta y, asomándose, respondió al repentinamente horrorizado
gordito:
-“¿Cachondeo encima?
Obvio es, que si nos mira,
sin esfuerzo usted deduzca
que no conocemos lo que usted busca.
Mas si lo encuentra por un casual,
se lo pido yo: haga el favor de avisar.”
-¿Qué demonios eres? -preguntó aterrorizado el
policía.
-¡Oh, no! -respondió Fito bajando la ventanilla-. Al
demonio lo llevamos atrás, ¿sabe? ¡Los demás sólo somos
anoréxicos buscando una clínica especializada en trastornos
alimenticios!
-¡Dios mío! -gritó el agente mientras el gordito se
desmayaba dentro de su vehículo, cayendo su cabeza sobre el claxon.
Fito pisó a fondo el acelerador, acompañado de un
sonoro “¡PIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII…!”
Continuará
Creo que el gordito entrará en una época de adelgazamiento acelerado acompañado por crisis de identidad. Quizá sea un remedio para la obesidad que valga la pena estudiar...
ResponderEliminarCreo que prefiero estar gordo...
ResponderEliminarPero es más efectivo que los remedios de la tele... lo que pierdes no lo vuelves a ganar (de hecho, pierdes tanto que te quedas en los huesos.. literalmente)
ResponderEliminarA mí siempre me gustaron las curvas… Uo_O
ResponderEliminarMás sitios donde agarrar... (aunque sin pasarse, claro)
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