-Canael, ¿puedo hacerte yo otra pregunta? -pidió
Sheila mientras Fito conducía dando vueltas y más vueltas por el
polígono industrial, intentando encontrar la salida apropiada o...
mejor dicho, una salida.
-La que quieras -respondió el demonio mientras esbozaba
una sonrisa irónica-. Pero después de las de Fito, no puedo
garantizarte que la responda.
-Verás, es que jamás pensé que un demonio pudiera
arrepentirse. ¿Cómo...? -Sheila calló al ver el pesar en los ojos
de Canael.
-Lo que quieres saber es mi historia, entonces.
-Bueno, sólo si tú quieres contarla.
Canael negó con la cabeza mientras los recuerdos que
había mantenido lejos durante siglos volvían a su mente..
-Es algo de lo que me avergüenzo. Verás, Sheila, los
ángeles no son perfectos. Ni mucho menos. Como criaturas de Dios,
son libres de tomar sus propias decisiones. Como vosotros. Mucho
antes de que existieran los hombres, casi una tercera parte de los
ángeles que servían a Dios se rebelaron, buscando ascender en poder
a costa del resto de ángeles. Ellos creían que amaban a Dios más
que el resto de ángeles y que, a su vez, Dios les amaba más a
ellos. Comenzó una serie de guerras civiles entre ángeles. Y los
rebeldes degeneraron en demonios. ¿Te das cuenta de la ironía? ¿De
la... locura? Muchas personas, sacerdotes incluidos, fomentan el
error de creer que “el demonio” es tan poderoso como Dios. No es
así, ni mucho menos... los ángeles somos... o éramos... criaturas
suyas y como tales podemos tomar nuestro propio camino. Pero eso no
nos hace más o menos poderosos.
-¿Por qué te rebelaste tú? -preguntó Cosme.
-Te equivocas. Yo seguí fiel en mi adoración a Dios.
Luché contra esos recién creados demonios que, poco tiempo antes,
habían sido mis hermanos.
-¿Entonces?
-Cuando aparecieron los primeros humanos, otra hornada
de ángeles degeneraron hasta convertirse en demonios, celosos por
haber perdido, en cierta manera, su singularidad entre las creaciones
de Dios.
-Así que te lanzaste a cazar australopitecos, ¿no?
-preguntó Fito.
Canael negó con la cabeza.
-Te equivocas. Yo comencé a caer en una espiral de
degeneración, sí... pero fue por todo lo contrario. No supe
mantener la cabeza fría.
-¿De qué estás hablando?
-Me enamoré. Me enamoré de una de las primeras Evas.
Por ella hice... demasiadas cosas malas... los recuerdos son borrosos
después de tantos años. Ni siquiera sé porqué se me dió la
oportunidad de redimirme en ese cementerio...
Canael, al llegar a ese punto, calló. Y, para pesar de
Sheila, se sumió en un manto de silencio que duró varios minutos...
hasta que lo rompió Poeta…
Continuará...
O como diría alguien por ahí, se volvió estúpido por una de esas evas...
ResponderEliminar¿Quién puede ser tan imbécil como para decir algo así?
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