Sheila miró con tristeza a Canael. Se sentía muy
culpable, pues era obvio que los recuerdos, fueran los que fueran
éstos, habían vuelto a desgarrar el corazón del demonio. Sheila
dudaba si debería disculparse o si Canael preferiría seguir en
silencio.
Rubén se sentía amilanado al lado del demonio. ¿Qué
importaban sus sufrimientos frente a todo lo que Canael habría
debido pasar?
-Perdóname si te he hecho recordar algo malo -dijo por
fin Sheila.
El demonio pareció despertar y la miró fijamente.
-No hay nada que perdonar -respondió-. Algunos
hechos... no son buenos. Eso es todo.
-Lo entiendo.
-Además -continuó hablando Canael-, para seros
sincero, aún no me hago a la idea de haber dejado sin protección el
cementerio...
-¡Vamos, Canael! -intentó animarlo Fito-. ¡No seas
nenaza! Tú mismo dijiste que no te habías estrenado de portero
durante años, ¿no? ¿Qué problema hay? ¿Crees que los otros
difuntos van a encargar una pizza mientras juegan al parchís o qué?
¿O que quizás se hayan ido de pingoneo? ¡Deberías disfrutar el
momento, tío! ¡Estás rodeado de amigos en una noche de juerga por
la ciudad! ¡Incluso tenemos coche prestado! Y ahora mismo vamos a
salir de este mugriento polígono industrial para conocer a la
chavala de uno de los nuestros...
Y, para sorpresa del mismo demonio, Canael esbozó una
sonrisa.
-Tienes razón -asintió el demonio-. ¿Qué muerto
querrá salir esta noche del cementerio si no lo ha hecho durante
siglos?
Continuará...
Pues mira que los porteros por lo general estrenan rápido y repiten mucho...
ResponderEliminarY las chicas pasan gratis...
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