-¡Nos persiguen! -gritó Sheila-. Esos cazadores
investigadores... ¡lo que sean! Canael, ¿no puedes hacer algo?
-Lo intento, pero el sacerdote que va con ellos debe ser
un exorcista de primer grado -contestó el demonio-. No logro invocar
ninguno de mis poderes.
-¿Entonces qué hacemos? -se alarmó Fito-. ¿Les
regalamos a Poeta para que lo estudien? ¿Nos ponemos de rodillas y
rezamos a San Jacobo, patrón de los empanados?
Harry se asomó por la ventana de la furgoneta y apuntó
con su pistola durante un par de segundos. Apretó el gatillo y los
muertos vivientes escucharon como el faro trasero izquierdo del
vehículo reventaba.
-¡Van a matar a Sebas! -chilló Rubén.
-¡Es verdad! -asintió Cosme-. ¡Aún está en el
maletero!
-¡No puedo quitármelos de encima! -protestó Fito-.
¡Esos torquemadas nos comen terreno!
Poeta agarró su lira y se asomó por la ventanilla.
-“Este atropello no lo puedo permitir.
Acabaré con esos estúpidos
sin darles siquiera la ocasión de huir.
Han desatado la más cruel tormenta:
pasadme la caja de herramientas”.
-¿La caja de...? ¿Para qué? -preguntó Fito sin
comprender.
-“¡Obedéceme aunque sea a tientas,
y pásame la puta caja de herramientas!”
Sheila, rápidamente, hizo caso al enfadado Poeta y le
dio la caja de herramientas. Mientras, un segundo disparo destrozaba
el espejo retrovisor derecho. Poeta agarró de la caja un martillo,
una llave inglesa y un destornillador. Con rapidez y pericia, apoyó
las herramientas sobre los tendones de su lira y estiró lo más que
pudo. Apuntó con presteza y, cuando el coche de los cazadores estuvo
a tiro, los soltó.
Harry se preparaba para efectuar su tercer disparo
cuando un destornillador se clavó en su mano, haciéndole gritar de
dolor. Logró sujetar la pistola, pero tuvo que dejarla caer al
momento siguiente, cuando una llave inglesa impactó en su cabeza.
Por su parte, el martillo hizo añicos la luna delantera
del vehículo de los cazadores. El conductor, Manolo, se sobresaltó
tanto que dió un volantazo y la furgoneta se salió de la carretera,
quedando inmóvil en la cuneta.
-¡Chupaos esa, idiotas! -chilló Fito carcajeándose.
Continuará
Por un momento pensaba que poeta iba a usar la técnica asuranceturix patentada...
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