Mientras tanto, Isabel respiraba profundamente, acostada
en la cama de su tía. Consumida en su dolor, releía una y otra vez
las cartas que Rubén le había escrito y que siempre llevaba
consigo. Cada piropo, cada juramento, cada “te quiero” se
clavaban en su pecho y la destrozaban. Y cuando recordaba que tan
sólo poco más de dos semanas antes Rubén la abrazaba y cubría su
rostro con sus besos... Isabel no podía hacer otra cosa que echarse
a llorar.
Un día antes de morir, Rubén le había cedido todas
aquellas poesías que le había escrito antes y después de
confesarle su amor. Isabel estaba leyendo la más antigua, la primera
de todas, con la que Rubén pudo haber declarado su amor si se
hubiese atrevido a hacerlo por carta:
Mi ordenador decidió colgarse nada más terminé tu
poesía
dejándome con cara de estúpido a las dos de la
madrugada.
Al final había logrado cuadrar rima, medida y
melancolía…
Lo mismo me hubiera dado el ahorcarme con mi
almohada.
Reconozco que no quiero reconocer que me estoy
enamorando
mas mis sueños se ocupan de que cada noche recuerde
tu sonrisa.
Y así paso el tiempo orando porque el “si” se
convierta en “cuando”,
rezando porque tus ojos se conviertan asimismo en mi
divisa.
Lo cual me recuerda mi oración: que me tengas en la
más alta cota
Mas sé al menos de dos muchachas que igual piden a
Dios respecto de mí.
Así que ahora voy palmando dos a uno en un partido
idiota
con mi corazón haciendo de balón, con mi voz
queriendo ir hasta ti.
Al ver ondear tu pelo ya me es difícil mantener la
compostura,
así que imagina mi tormento cuando llegas enseñando
ombligo.
Me esfuerzo por controlarme y no comer a besos tu
cintura
Y apenas resisto la tentación de raptarte y llevarte
conmigo.
Insisto e insisto e insisto en mirar mi correo
electrónico
y éste casi siempre contesta “tienes cero mensajes
sin leer”.
Yo me siento como un mudo que se hubiera quedado
afónico,
sin saber si habré dicho algo malo en mi último
mensaje sin querer.
Está el problema de tu juventud, está también el
de mi prudencia.
Está el problema de que no sé si a tus padres les
parecerá bien.
Pero el mayor problema es que se va agotando mi
paciencia:
Cuando sin ti pasa una hora parece que hayan pasado
más de cien.
Ahora ya me despido, puesto que no tengo nada más
que contarte.
Sólo faltaba que todo lo que te he dicho te parezca
poco.
Aún tengo reiniciar mi ordenador para poder
retratarte
todo lo que por ti siento en una poesía… antes de
que me vuelva loco.
Justo al acabar de leerla, se abrió la puerta de la
habitación.
Continuará
Para romper el ambiente cursi creado por el ambiente tan intimista y la hermosa poesía no hay nada mejor que la persona tras la puerta salude con un OLA KE ASE
ResponderEliminarAhora sé como se siente MisFerioso cuando yo comento en su blog...
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