viernes, 28 de diciembre de 2012

Estoy de Vuelta 50


Mientras tanto, Isabel respiraba profundamente, acostada en la cama de su tía. Consumida en su dolor, releía una y otra vez las cartas que Rubén le había escrito y que siempre llevaba consigo. Cada piropo, cada juramento, cada “te quiero” se clavaban en su pecho y la destrozaban. Y cuando recordaba que tan sólo poco más de dos semanas antes Rubén la abrazaba y cubría su rostro con sus besos... Isabel no podía hacer otra cosa que echarse a llorar.

Un día antes de morir, Rubén le había cedido todas aquellas poesías que le había escrito antes y después de confesarle su amor. Isabel estaba leyendo la más antigua, la primera de todas, con la que Rubén pudo haber declarado su amor si se hubiese atrevido a hacerlo por carta:

Mi ordenador decidió colgarse nada más terminé tu poesía
dejándome con cara de estúpido a las dos de la madrugada.
Al final había logrado cuadrar rima, medida y melancolía…
Lo mismo me hubiera dado el ahorcarme con mi almohada.

Reconozco que no quiero reconocer que me estoy enamorando
mas mis sueños se ocupan de que cada noche recuerde tu sonrisa.
Y así paso el tiempo orando porque el “si” se convierta en “cuando”,
rezando porque tus ojos se conviertan asimismo en mi divisa.

Lo cual me recuerda mi oración: que me tengas en la más alta cota
Mas sé al menos de dos muchachas que igual piden a Dios respecto de mí.
Así que ahora voy palmando dos a uno en un partido idiota
con mi corazón haciendo de balón, con mi voz queriendo ir hasta ti.

Al ver ondear tu pelo ya me es difícil mantener la compostura,
así que imagina mi tormento cuando llegas enseñando ombligo.
Me esfuerzo por controlarme y no comer a besos tu cintura
Y apenas resisto la tentación de raptarte y llevarte conmigo.

Insisto e insisto e insisto en mirar mi correo electrónico
y éste casi siempre contesta “tienes cero mensajes sin leer”.
Yo me siento como un mudo que se hubiera quedado afónico,
sin saber si habré dicho algo malo en mi último mensaje sin querer.

Está el problema de tu juventud, está también el de mi prudencia.
Está el problema de que no sé si a tus padres les parecerá bien.
Pero el mayor problema es que se va agotando mi paciencia:
Cuando sin ti pasa una hora parece que hayan pasado más de cien.

Ahora ya me despido, puesto que no tengo nada más que contarte.
Sólo faltaba que todo lo que te he dicho te parezca poco.
Aún tengo reiniciar mi ordenador para poder retratarte
todo lo que por ti siento en una poesía… antes de que me vuelva loco.

Justo al acabar de leerla, se abrió la puerta de la habitación.

Continuará

2 comentarios:

  1. Para romper el ambiente cursi creado por el ambiente tan intimista y la hermosa poesía no hay nada mejor que la persona tras la puerta salude con un OLA KE ASE

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  2. Ahora sé como se siente MisFerioso cuando yo comento en su blog...

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