jueves, 6 de diciembre de 2012

Estoy de Vuelta 39


-¡Esa es! -gritó Rubén-. ¡Esa es la calle donde vive Isabel! En el número catorce, el piso séptimo...
-¡Por fin! -exclamó Fito-. Ahora sólo tienes que bajarte del coche, llamar al telefonillo y decirle a tu novia que eres un muerto viviente.

Rubén miró horrorizado a su amigo.

-Quizás Rubén prefiera que un demonio invisible tantee el camino -dijo Canael con tono educado.
-Yo también puedo hacerme invisible, podría acompañarle -añadió Sheila-. Si quieres echaremos un vistazo de como está tu novia...

Rubén asintió con la cabeza. Parecía que todo el arrojo que había tenido hasta este momento se hubiera esfumado. Se sentía completamente inseguro y sólo quería retrasar el momento de reencontrarse con Isabel lo más posible.

Canael y Sheila se desvanecieron. Los dos amigos, invisibles e intangibles, visibles sólo por ellos mismos, volaron hasta un alféizar del piso que Rubén les había indiciado y se asomaron por la ventana.

Era la habitación de Isabel, ordenada y limpia. Dentro de ella, había un chico gordo de unos once años, que parecía furioso y con las mejillas rojas, revolviendo los cajones de su hermana. Por fin, pareció hallar lo que buscaba. Con una malvada sonrisa de triunfo, cogió un puñado de fotos de uno de los cajones. Eran las únicas fotos que Isabel y Rubén se habían hecho juntos en dos o tres fotomatones. Nando habría preferido quemar todas esas cartas cursis que Rubén le escribía a su hermana cada pocos días, pero Isabel las llevaba siempre encima como un amuleto, bien en el bolso, bien en la mochila.

-¿Qué está haciendo? -susurró Sheila desde el alféizar.
-Daño -respondió el demonio, quien permaneció inmutable cuando Nando sacó un mechero del bolsillo. Sheila se indignó.
-Canael... ¡tenemos que hacer algo!

Continuará...

2 comentarios:

  1. Y justo en ese momento es cuando se lían ¿no?

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  2. ¡NO! ¡Sheila es mía, lo entiendes!!!??? ¡Sólo mía!!!

    GRROAAAAAAAURRGGG!!!

    Bueno, sí. La verdad es que lo pensé.

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