Isabel levantó la cabeza y vio entrar a su padre.
Instintivamente se puso en tensión y cerró los puños, dispuesta a
soportar la gran bronca de su padre si había decidido venir a por
ella hasta la casa de su tia. Pero algo la inquietó aún más. Su
padre tenía en su cara una expresión que ella jamás había visto
antes.
Su padre entró lentamente y se sentó en la cama, a su
lado.
-Isabel, yo... -titubeó- venía a decirte que lo
siento.
Isabel quedó sorprendida y boquiabierta. ¿Era una
trampa?
-Siento tanto lo de tu novio... como... como el haberte
tratado... de una manera que no merecías.
Isabel no respondió y miró fijamente a su padre con el
ceño fruncido. Así pasó algo más de un minuto, en completo
silencio.
Su padre respiró hondo, torció el labio, se levantó y
caminó hasta la puerta de la habitación.
-¿Papá?
Su padre dio media vuelta torpemente. Tenía los ojos
anegados en lágrimas y no dijo nada a su hija, tan sólo dio un par
de pasos hacia ella.
Isabel se mordió el labio, temblorosa.
Su padre se sentó a su lado y la abrazó con fuerza.
Isabel correspondió al abrazo. Hundió su rostro en el
pecho de su padre y comenzó a llorar.
-Anoche tuve un sueño, papá -le dijo Isabel cuando ya
se habían calmado ambos-. Rubén estaba vivo en el sueño, parecía
vivo... estaba preocupado por mí y me buscaba. ¡Pero es tan
horrible! Le acompañaban demonios y muertos y... pero a él le daba
todo igual, sólo le importaba llegar hasta mí... Sé que no es más
que un sueño, pero parecía demasiado real. Me desperté asustada y
ya no pude volver a dormirme...
Hubo un momento de silencio.
-Sabes de sobra que yo no soy bueno en esto -respondió
su padre entre titubeos-, pero si yo muriera… yo también estaría
preocupado por ti. Estoy... estoy seguro de que te quería mucho.
Isabel forzó una sonrisa.
-Gracias, papá.
-¿Quieres... quieres volver a casa? ¿O prefieres pasar
la noche aquí?
La voz de su tia sonó desde el pasillo:
-Acabo de hablar con tu mujer. Te da permiso para que
duermas aquí y por la mañana te lleves a Isabel de vuelta.
-¿Que mamá te da permiso? -preguntó Isabel extrañada;
acto seguido intentó corregirse rápidamente-. Quiero decir, que...
-No, no intentes arreglarlo -contestó su padre con un
tono resignado-. Me temo que hoy han cambiado muchas cosas.
-¿Qué?
-Tu madre... ha... digamos... yo... es... no es fácil
explicarlo…
-¿Qué? -insistió extrañada Isabel.
-Tu madre ha dado un golpe de estado.
-¿Que mamá que coño qué?
-Mejor que te lo cuente ella... yo no he sido... quiero
decir, intenté... quizás... quizás lo mejor es que empecemos de
cero, ¿de acuerdo?
-De acuerdo -asintió Isabel sin comprender nada.
-Bien, pues ahora... descansa, ¿vale? Mañana
hablaremos. Y… y no digas más palabrotas.
-Vale.
-Entonces... buenas noches.
-Buenas noches, papá -se despidió Isabel, aún sin
creerse del todo que no estuviera soñando.
Continuará