domingo, 30 de diciembre de 2012

Estoy de Vuelta 51


Isabel levantó la cabeza y vio entrar a su padre. Instintivamente se puso en tensión y cerró los puños, dispuesta a soportar la gran bronca de su padre si había decidido venir a por ella hasta la casa de su tia. Pero algo la inquietó aún más. Su padre tenía en su cara una expresión que ella jamás había visto antes.

Su padre entró lentamente y se sentó en la cama, a su lado.

-Isabel, yo... -titubeó- venía a decirte que lo siento.

Isabel quedó sorprendida y boquiabierta. ¿Era una trampa?

-Siento tanto lo de tu novio... como... como el haberte tratado... de una manera que no merecías.

Isabel no respondió y miró fijamente a su padre con el ceño fruncido. Así pasó algo más de un minuto, en completo silencio.
Su padre respiró hondo, torció el labio, se levantó y caminó hasta la puerta de la habitación.

-¿Papá?

Su padre dio media vuelta torpemente. Tenía los ojos anegados en lágrimas y no dijo nada a su hija, tan sólo dio un par de pasos hacia ella.
Isabel se mordió el labio, temblorosa.

Su padre se sentó a su lado y la abrazó con fuerza.
Isabel correspondió al abrazo. Hundió su rostro en el pecho de su padre y comenzó a llorar.

-Anoche tuve un sueño, papá -le dijo Isabel cuando ya se habían calmado ambos-. Rubén estaba vivo en el sueño, parecía vivo... estaba preocupado por mí y me buscaba. ¡Pero es tan horrible! Le acompañaban demonios y muertos y... pero a él le daba todo igual, sólo le importaba llegar hasta mí... Sé que no es más que un sueño, pero parecía demasiado real. Me desperté asustada y ya no pude volver a dormirme...

Hubo un momento de silencio.

-Sabes de sobra que yo no soy bueno en esto -respondió su padre entre titubeos-, pero si yo muriera… yo también estaría preocupado por ti. Estoy... estoy seguro de que te quería mucho.
Isabel forzó una sonrisa.
-Gracias, papá.
-¿Quieres... quieres volver a casa? ¿O prefieres pasar la noche aquí?

La voz de su tia sonó desde el pasillo:

-Acabo de hablar con tu mujer. Te da permiso para que duermas aquí y por la mañana te lleves a Isabel de vuelta.
-¿Que mamá te da permiso? -preguntó Isabel extrañada; acto seguido intentó corregirse rápidamente-. Quiero decir, que...
-No, no intentes arreglarlo -contestó su padre con un tono resignado-. Me temo que hoy han cambiado muchas cosas.
-¿Qué?
-Tu madre... ha... digamos... yo... es... no es fácil explicarlo…
-¿Qué? -insistió extrañada Isabel.
-Tu madre ha dado un golpe de estado.
-¿Que mamá que coño qué?
-Mejor que te lo cuente ella... yo no he sido... quiero decir, intenté... quizás... quizás lo mejor es que empecemos de cero, ¿de acuerdo?
-De acuerdo -asintió Isabel sin comprender nada.
-Bien, pues ahora... descansa, ¿vale? Mañana hablaremos. Y… y no digas más palabrotas.
-Vale.
-Entonces... buenas noches.
-Buenas noches, papá -se despidió Isabel, aún sin creerse del todo que no estuviera soñando.

Continuará

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